Una larga lista de muertes trágicas y dudosas de críticos del Kremlin
En el casi cuarto de siglo que Vladimir Putin reside en el poder de Rusia, ya sea como presidente o con la investidura de primer ministro, sus adversarios más reconocidos han padecido tamaña osadía corriendo suerte diversa y ofreciendo tela para cortar a diestra y siniestra.
Por caso, en 2002, el entonces gobernador de Magadán, Valentin Tsvetkov, cayó fulminado de un certero disparo en la cabeza en la avenida Nueva Arbat, una de las principales calles de Moscú que corre de este a oeste desde la plaza Arbatskaya en el bulevar Ring hasta el puente Novoarbatsky, en la orilla opuesta del río Moscova.
Los pesquisas del asesinato atribuyeron su autoría a alguna de las mafias que se disputaban el territorio en la capital rusa. El autor material del atentado, según el gobierno de Putin, resultó ser Martin Babekejian, quien habría cobrado por el “trabajo” unos U$S 100 mil. Con esa paga, se escondió en España. Fue extraditado en 2008 y condenado a 19 años de cárcel.
Ese mismo año tuvo idéntico final Vladimir Golovliov, diputado de la Duma y copresidente del partido Rusia Liberal. También fue ultimado en pleno centro moscovita el 21 de agosto, cuando había sacado a pasear a su perro. Recibió un disparo en la sien.
¿Ataque de alergia?
En 2003, uno de los más célebres defensores de derechos humanos en Rusia, Yuri Shchekochijin, murió en un consultorio del Hospital Clínico Central del Kremlin a causa de un fuerte ataque de alergia, según el parte médico. Tenía 53 años y gozaba de buena salud. Sus familiares y amigos aseguran que fue envenenado con talio. La investigación del caso se cerró en 2009 sin resultados.
También en 2003 el diputado liberal opositor Serguéi Yushenkov recibió varios disparos en Moscú que le provocaron la muerte. Tenía 52 años y había asumido una posición muy crítica contra Putin por la guerra contra Chechenia, en la que participaban tropas federales rusas desde octubre de 1999.
En 2004 encontró un final parecido el editor en Rusia de la revista Forbes, Paul Klebnicov, de origen estadounidense. Un grupo de forajidos lo acribilló a balazos disparados desde un auto contra la puerta de su oficina.
El entonces vocero del Departamento de Estado de la Casa Blanca ofreció ayuda para esclarecer el crimen, pero Moscú la rechazó. Dos años después, fiscales rusos acusaron por el hecho a un líder de la mafia chechena.
Bocado radiactivo
Uno de los casos quizá más resonantes de la serie trágica es el del exespía de la KGB Alexander Litvinenko, quien, en 2006, ingirió junto con otros dos agentes del servicio secreto ruso un plato de comida en un restaurante de Gran Bretaña sazonado con una pizca de polonio-210, material radiactivo que destruyó su organismo antes de probar el postre.
Putin reconoció que él lo había expulsado de la KGB en 1999 por alta traición a la patria.
Otro hecho resonante tuvo como protagonista fatal a Anna Politkovskaya. La periodista de origen ruso, aunque nacida en Nueva York, murió acribillada a balazos en el ascensor del edificio donde vivía en Moscú el 7 de octubre de 2006. Había adquirido notoriedad por sus crónicas de guerra en Chechenia. Antes había sido arrestada y sometida a una ejecución simulada por parte de militares rusos. También sobrevivió a un envenenamiento.
Levantamiento y caída
El penúltimo capítulo de esta serie de muertes intrigantes tuvo lugar el 23 de agosto del año pasado. Ese día, el avión privado en el que se transportaba Yevgeny Prigozhin, fundador y jefe del ejército privado Wagner, se vino a pique en la región de Tver.
El Comité de Investigaciones de Rusia confirmó la muerte del mercenario, quien poco antes del incidente fatal había encabezado un levantamiento fallido contra el Kremlin, que negó cualquier implicación con la caída de la aeronave.
Y este viernes, murió en prisión el opositor Alexei Navlni. Tenía 47 años y figuraba en la lista de personas y organizaciones sindicadas como terroristas o extremistas en Rusia. Había sido detenido en enero de 2021, cuando regresó a Moscú desde Berlín, donde había estado recuperándose de un envenenamiento que él y gobiernos occidentales atribuyeron al servicio de seguridad de Vladimir Putin.
En el casi cuarto de siglo que Vladimir Putin reside en el poder de Rusia, ya sea como presidente o con la investidura de primer ministro, sus adversarios más reconocidos han padecido tamaña osadía corriendo suerte diversa y ofreciendo tela para cortar a diestra y siniestra.Por caso, en 2002, el entonces gobernador de Magadán, Valentin Tsvetkov, cayó fulminado de un certero disparo en la cabeza en la avenida Nueva Arbat, una de las principales calles de Moscú que corre de este a oeste desde la plaza Arbatskaya en el bulevar Ring hasta el puente Novoarbatsky, en la orilla opuesta del río Moscova.Los pesquisas del asesinato atribuyeron su autoría a alguna de las mafias que se disputaban el territorio en la capital rusa. El autor material del atentado, según el gobierno de Putin, resultó ser Martin Babekejian, quien habría cobrado por el “trabajo” unos U$S 100 mil. Con esa paga, se escondió en España. Fue extraditado en 2008 y condenado a 19 años de cárcel.Ese mismo año tuvo idéntico final Vladimir Golovliov, diputado de la Duma y copresidente del partido Rusia Liberal. También fue ultimado en pleno centro moscovita el 21 de agosto, cuando había sacado a pasear a su perro. Recibió un disparo en la sien.¿Ataque de alergia?En 2003, uno de los más célebres defensores de derechos humanos en Rusia, Yuri Shchekochijin, murió en un consultorio del Hospital Clínico Central del Kremlin a causa de un fuerte ataque de alergia, según el parte médico. Tenía 53 años y gozaba de buena salud. Sus familiares y amigos aseguran que fue envenenado con talio. La investigación del caso se cerró en 2009 sin resultados.También en 2003 el diputado liberal opositor Serguéi Yushenkov recibió varios disparos en Moscú que le provocaron la muerte. Tenía 52 años y había asumido una posición muy crítica contra Putin por la guerra contra Chechenia, en la que participaban tropas federales rusas desde octubre de 1999.En 2004 encontró un final parecido el editor en Rusia de la revista Forbes, Paul Klebnicov, de origen estadounidense. Un grupo de forajidos lo acribilló a balazos disparados desde un auto contra la puerta de su oficina.El entonces vocero del Departamento de Estado de la Casa Blanca ofreció ayuda para esclarecer el crimen, pero Moscú la rechazó. Dos años después, fiscales rusos acusaron por el hecho a un líder de la mafia chechena.Bocado radiactivoUno de los casos quizá más resonantes de la serie trágica es el del exespía de la KGB Alexander Litvinenko, quien, en 2006, ingirió junto con otros dos agentes del servicio secreto ruso un plato de comida en un restaurante de Gran Bretaña sazonado con una pizca de polonio-210, material radiactivo que destruyó su organismo antes de probar el postre.Putin reconoció que él lo había expulsado de la KGB en 1999 por alta traición a la patria.Otro hecho resonante tuvo como protagonista fatal a Anna Politkovskaya. La periodista de origen ruso, aunque nacida en Nueva York, murió acribillada a balazos en el ascensor del edificio donde vivía en Moscú el 7 de octubre de 2006. Había adquirido notoriedad por sus crónicas de guerra en Chechenia. Antes había sido arrestada y sometida a una ejecución simulada por parte de militares rusos. También sobrevivió a un envenenamiento.Levantamiento y caídaEl penúltimo capítulo de esta serie de muertes intrigantes tuvo lugar el 23 de agosto del año pasado. Ese día, el avión privado en el que se transportaba Yevgeny Prigozhin, fundador y jefe del ejército privado Wagner, se vino a pique en la región de Tver.El Comité de Investigaciones de Rusia confirmó la muerte del mercenario, quien poco antes del incidente fatal había encabezado un levantamiento fallido contra el Kremlin, que negó cualquier implicación con la caída de la aeronave.Y este viernes, murió en prisión el opositor Alexei Navlni. Tenía 47 años y figuraba en la lista de personas y organizaciones sindicadas como terroristas o extremistas en Rusia. Había sido detenido en enero de 2021, cuando regresó a Moscú desde Berlín, donde había estado recuperándose de un envenenamiento que él y gobiernos occidentales atribuyeron al servicio de seguridad de Vladimir Putin.La Voz