Pruebas de amor en el inicio de una nueva era de relaciones carnales
WASHINGTON.- Hubo una palabra que Antony Blinken mencionó varias veces en la Casa Rosada: “oportunidad”. El fugaz paso del Secretario de Estado norteamericano por Buenos Aires, donde se reunió con el Presidente Javier Milei y sus asesores, marcó el interés de Washington por llevar el vínculo con la Argentina hacia un terreno fértil, conteniendo las diferencias políticas inocultables entre Milei y Joe Biden.
El viaje de Blinken a la Argentina ya ofrecía de por si un mensaje contundente. La última vez que un jefe diplomático norteamericano visitó el país fue en 2018, cuando Rex Tillerson viajó para el G20. Pero los gestos –como la concurrida reunión en Casa Rosada, o la foto en el histórico balcón de la Casa Rosada junto con Milei– y lo que Blinken dijo en la conferencia de prensa junto con la canciller Diana Mondino y, sobre todo, lo que evitó decir, reafirmaron el interés mutuo en estrechar la relación, y marcaron el inicio de una nueva era de relaciones carnales, la expresión que se popularizó durante el menemismo para definir el vínculo especial con Estados Unidos.
Había un tema incómodo en la visita: el viaje posterior de Milei a la Conferencia de Acción Política Conservadora (CPAC), en Maryland, al lado de Washington, donde puede haber una foto con Donald Trump, virtual rival del Biden en la elección de noviembre. La conferencia se ha convertido en un Trumpfest, cada vez más parecido a un acto de campaña del magnate que a un foro de discusión de ideas. El tema surgió irremediablemente en la conferencia de Blinken, quien esquivó la polémica, recurrió a su muy curtida cintura diplomático al afirmar “no hago política, hago política exterior” y se deshizo en elogios sobre su tiempo en la Casa Rosada con Milei y su equipo: dijo que la reunión había sido “increíblemente positiva, productiva, detallada y de amplio alcance”, que sólo subrayó “un fuerte deseo y una fuerte intención de profundizar y fortalecer nuestra relación”, y fue “un muy buen augurio” del trabajo futuro. Nada más para agregar.
“Todos debemos trabajar por objetivos comunes. Eso es lo que es realmente muy importante”, apuntó Mondino, ante otra pregunta sobre Milei y Biden.
El viaje de Milei a CPAC estuvo hablado de antemano a través del embajador norteamericano, Marc Stanley, confió una alta fuente oficial. El discurso de Milei, se prevé, será similar al del Foro Económico de Davos y evitará inmiscuirse en la campaña presidencial norteamericana, cuyo desenlace es altamente incierto. Milei puede terminar trabajando con Biden por el resto de su mandato, o arrancar de foja cero el año próximo con Trump, o incluso toparse con un cisne negro, un “tapado” que aparezca en los próximos meses. Biden es el presidente más viejo de la historia con 81 años, y Trump enfrenta 91 cargos penales en la justicia.
La visita dejó a un lado ese campo político minado, y se enfocó en la agenda bilateral, que se mueve a dos velocidades. La Argentina está enfocada en las urgencias de la crisis, y la misión de estabilizar la economía. Estados Unidos tiene una mirada más larga, y ve al país como un jugador estratégico en alimentos y energía. Blinken unió esas visiones con dos frases. Dijo al principio que el pueblo argentino “puede contar con nosotros” para estabilizar la economía –una nueva reafirmación del respaldo en el Fondo Monetario– y que, una vez concluida esa tarea, “se puede hacer mucho más”, y Estados Unidos quiere ser socio.
“Vemos oportunidades extraordinarias aquí en la Argentina, pero quizás lo más importante es que lo que es tan evidente es que la Argentina tiene lo que el mundo realmente necesita. Y queremos ser un socio en la Argentina, ayudando a alimentar al mundo y a abastecerlo en el futuro”, amplió después.
Blinken mencionó un solo producto: el litio, el “oro gris” de la transición a una economía limpia, en el que la Argentina, dijo, está lista para tener un “papel fundamental”.
A la par de la visita de Blinken, la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, reforzaba la cooperación con las agencias norteamericanas. El gobierno de Milei tiene decidido avanzar con la compra de aviones caza F-16, una operación que catapultará la relación al compartir tecnología militar.
Además de esos ejes, Blinken y Mondino remarcaron la visión común de defensa de la democracia. Blinken mencionó de manera gentil, casi al pasar, que la Argentina tiene una “larga y sólida historia” de defensa de los derechos laborales, de las mujeres y niñas, y los derechos humanos, un tema relegado en el libreto oficial. Y subrayó el apoyo de Milei a Ucrania y a Israel, dos aliados de Washington en conflicto, con palabras que no pudo decir durante su paso por Brasil sobre Luiz Inácio Lula da Silva, un aliado en el que la administración de Biden había puesto altas expectativas que rápidamente se desinflaron y se transformaron en frustración. Blinken dijo en Rio de Janeiro que están “profundamente en desacuerdo” con la comparación que hizo Lula entre la Franja de Gaza y el Holocausto.
“La Argentina juega un papel crítico en la defensa de los valores democráticos de este hemisferio, manifestándose claramente contra la erosión del Estado de derecho y los derechos humanos, incluido en Cuba, en Nicaragua, en Venezuela”, distinguió.
A los ojos de Washington, Milei aparece como un nuevo referente de una política de alineamiento total con Estados Unidos que es, ciertamente, una novedad en la América Latina de las últimas décadas. Un contrapeso en una región enamorada del no alineamiento, del que Lula es el máximo exponente. Es un punto de partida más que promisorio para estrechar la relación bilateral en un contexto favorable para la Argentina. Resta ver, aún, cómo el nuevo gobierno capitalizará esa oportunidad, si es que logra hacerlo.
El secretario de Estado de Estados Unidos dijo que quieren ser socios de la Argentina; el único tema incómodo es el viaje de Milei al encuentro organizado por TrumpLA NACION