Nuevas medidas antes de marzo: Brasil viene por Vaca Muerta, los funcionarios mendigan y Milei extrema el plan
Viernes a las 10 de la mañana, sala Martín Fierro, al lado de Jefatura de Gabinete, en el primer piso de Casa Rosada, uno de los grupos más influyentes que rodea a Javier Milei define algunas de las decisiones importantes que tomará el Gobierno en los próximos 14 días. Muchas de ellas desatarán una nueva ola de tensión política.
El Gobierno comenzará a desarmar antes del 1° de marzo los fondos fiduciarios, las cajas de recursos millonarios que extremaron la polémica en el Congreso. Ya se empezó a decidir cuáles se pueden eliminar por decreto, en qué casos hay que volver a la discusión parlamentaria y cuándo es viable liquidar con otras técnicas de la burocracia.
Esa mesa chica está integrada por Santiago Caputo y Federico Sturzenegger, entremezclados con funcionarios de la Procuración del Tesoro y la Secretaría Legal y Técnica. Su trabajo es toda una señal política de que el plan de Milei continúa frente a los traspiés legislativos y las amenazas de gobernadores.
Desarrollan, en paralelo, otras tareas. Están escribiendo las reglamentaciones y decretos que le permitan al Gobierno aplicar las cosas que quería hacer con la fracasada ley ómnibus. Sus resultados se empezarán a conocer en los próximos días.
Detectaron, por ejemplo, que con un decreto reglamentario se puede cambiar la ley de concesiones para facilitar la iniciativa privada en la inversión en infraestructura. Y comenzó a redactarse otra norma para simplificar el trámite que hoy pasa por los registros automotores, también considerados una caja de “la casta”.
Los siguientes números pueden parecer complejos, lejanos y hasta desangelados, pero resultan fundamentales para entender cuál es la dirección que le imprimirá el Presidente a su gobierno en los turbulentos días que lo separan del final de marzo, cuando se espera la llegada de dólares producto de las exportaciones agrícolas.
La orden de Milei a Luis Caputo es ser implacable en la lucha contra la inflación, aunque eso represente convertir a los amigos en enemigos y hasta destrozar el poder adquisitivo incluso de quienes lo votaron. El ministro de Economía se ha convertido en el principal creyente del Presidente porque asume que lo separan pocos meses para empezar a mostrar los resultados de su plan.
Caputo usa la magia de la licuadora como pocas veces alguien se atrevió antes. Desde el 7 de diciembre pasado, penúltimo día de Alberto Fernández en el poder, hasta el inicio de febrero, Economía había reducido en casi un tercio la base monetaria ajustada por inflación. En concreto, cayó un 32%, de acuerdo con el cálculo de EconViews.
La base monetaria es todo el dinero que circula. A mayor emisión, crece y le pone presión a la inflación. Un buen ejemplo de esa práctica y sus consecuencias son los malos resultados que obtuvieron Martín Guzmán -pandemia mediante- y Sergio Massa -campaña presidencial mediante- en términos del movimiento de los precios.
En pesos de hoy, el dinero que circula por la Argentina representa $10,4 billones, en comparación con los $15,3 billones que dejó el triunvirato del Frente de Todos. Y si se compara el primer enero de Milei con el último de Fernández, se dividió casi por dos, siempre en términos reales, toda la plata que hay en la Argentina.
Es razonable que el Presidente sea un defensor confeso de una licuación que hasta podría ser la envidia de Milton Friedman, padre del monetarismo, exégeta del liberalismo e inspiración de Milei para bautizar a sus perros.
Las proyecciones del Banco Central dibujan una escalera descendente en términos de inflación, del 25,5% de diciembre pasado hasta un hipotético por ahora 7,7% en julio próximo. De manera que en los primeros siete meses de gobierno, Milei podría volver al escenario de Massa en marzo pasado, antes de la locura electoral.
El equipo económico se entusiasma con que la desaceleración de los precios ocurra incluso más rápido. Por eso, está cada vez más confiado en tomar decisiones drásticas cuyos efectos aumentarán las tensiones progresivamente.
Algunos números son elocuentes. De acuerdo con las planillas del Ministerio de Economía, el Gobierno no transfirió en enero ni un solo peso a las empresas públicas en concepto de inversiones.
Si bien el primer mes del año tiene particularidades contables, la impronta de Milei es evidente. Un ejemplo: Sergio Massa había transferido en el mismo renglón y en idéntico mes del año pasado más de $3000 millones, con especial cuidado por AYSA, la empresa de aguas y saneamiento que manejaba su mujer, Malena Galmarini. Es la cuenta que ahora está en cero.
El ministro tiene una convicción religiosa de corto plazo. Caputo atiende a todos, pero no le da plata a nadie, según el relato descarnado de distintos secretarios, gerentes de empresas públicas y ministros que van a su despacho para buscar dinero, pero solo se llevan comprensión.
La situación puede llegar a niveles desesperantes. El jefe de una de las principales firmas del Estado encontró que solo tenía deudas y escasos recursos cuando se hizo cargo, días atrás, de su nueva silla. Llamó al banco para pedir un descubierto y se encontró con otra sorpresa: una decisión reciente del Banco Central, que fue tomada durante la actual gestión de Santiago Bausili, le impide al sistema financiero prestarles dinero de esa manera a las compañías públicas.
Los gestores de Milei rascan la olla. Una de las primeras decisiones de Casa de Moneda, la imprenta pública que hace billetes, fue aumentarle el precio por su trabajo en los pasaportes al Ministerio del Interior. El jefe de la cartera, Guillermo Francos, subió el valor de esos documentos casi al mismo tiempo.
A la canciller Diana Mondino le gustaría pegarles una lavada de cara a los edificios de la diplomacia argentina que están repartidos en todo el mundo. En conversaciones privadas, lamentó durante su viaje a Italia que algunas embajadas, e incluso el Palacio San Martín, sede de su ministerio, estén deteriorados pese al trabajo que hace la gente encargada del mantenimiento.
Tendrá que conformarse, al menos por ahora, con que no haya planes para vender inmuebles argentinos en otros países, como en algún momento intentó el gobierno de Mauricio Macri con la residencia del embajador en Estados Unidos. Está la convicción de que el ahorro sería nimio y el daño, en términos de representación y comercio, enorme.
La cuestión comercial es una bala de plata que espera usufructuar Milei en el mediano plazo. Una comunicación interna enviada por la embajada argentina en Brasil a los funcionarios que tallan en la cuestión petrolera a través de Cancillería anticipa una parte del país que quiere el Presidente.
La nota, que se asemeja a un memo característico de fuentes diplomáticas, les transmite a los funcionarios el interés que en reuniones reservadas con la representación en ese país mostraron empresarios brasileños con relación a la importación de gas de la Argentina. Es una noticia explosiva para el Cono Sur.
Bolivia, el país que estaba destinado a suministrar gas a toda la región y hoy abastece tanto a Brasil como a la Argentina, tiene problemas para extraerlo y su lugar sería ocupado por la Argentina mediante la producción de Vaca Muerta. Más aún: hay empresas dispuestas a hacer obras millonarias de aquel lado de la frontera para adaptarse a la recepción del gas que proviene de Neuquén.
El 1° de febrero pasado, el director general de la empresa Transportadora Sulbrasileira de Gás (TSB) conversó por teléfono con funcionarios de la sección comercial de la Embajada en Brasil. Les dijo que empresas del centro de Rio Grande do Sul están interesadas en importar gas argentino para abastecer proyectos en esa zona. También se habló de empresas cementeras y de extracción de cal. La comunicación despertó algarabía en el equipo que maneja Eduardo Rodríguez Chirillo, secretario de Energía.
Es una metáfora perfecta para Milei. El país, manejado con políticas liberales, ambientado en la competencia de precios y promovido por inversiones millonarias, exportaría parte de su producción primaria para ingresar una cantidad ingente de dólares. Hay allí un paralelismo sorprendente con la generación del ‘80 que admira el Presidente, solo que el rol que cumplió el trigo en el siglo XIX le correspondería ahora al gas patagónico.
Brasil tiene una idea precisa. Que cuando el segundo tramo del gasoducto Néstor Kirchner llegue a San Jerónimo (en la provincia de Santa Fe), se extienda hasta Uruguaiana, para luego llegar a Porto Alegre. Esa obra, calculada en US$1000 millones, correría por parte de ese país.
Los empresarios brasileños le dieron una nueva vida a Enarsa, una empresa que si todo sale a pedir de la Casa Rosada debería extinguirse en el futuro. Es una pieza importante en la construcción de la segunda etapa del ducto Néstor Kirchner, clave para exportar.
El nombre del expresidente mantiene ocupada a la empresa que nació de la inventiva de Guillermo Moreno. Su conducción ya mantuvo reuniones con representantes de la china Gezhouba y sus socios locales de Electroingeniería por las represas patagónicas Néstor Kirchner y Jorge Cepernic. Les pidieron un calendario para terminar las obras. Si bien no se finalizarán en este gobierno, es una definición importante: en un contexto árido para la inversión del Estado, el Gobierno mantiene ese megaproyecto.
Con la pobreza en aumento, la actividad en retroceso y casi todos los indicadores de la economía cercana a la gente profundizando su deterioro, el equipo económico espera dejar atrás en el segundo semestre del año el período más duro de su gestión.
Son pronósticos atados con alfiler, como siempre en la Argentina. Dependen de que no haya una nueva devaluación en los próximos dos meses para favorecer la liquidación de la cosecha y que el Gobierno sostenga el ajuste con la crudeza que mostró hasta ahora. Bajo esa concepción, se entiende por qué Milei es intransigente.
La presión sobre el Palacio de Hacienda crecerá a medida que pasen los días. A Caputo no sólo lo apremia la expectativa de la sociedad en el nuevo presidente, sino también la composición misma del ajuste que planteó hasta ahora: el Estado recortó en enero más de 32% en jubilaciones y casi 60% en programas sociales, redujo las partidas para las provincias, se peleó con los gobernadores y se alejó de los diputados que querían que le fuera bien, según lo que ellos mismos decían.
Es improbable que esa política se pueda mantener en el tiempo, no sólo porque implica un nivel de confrontación difícil de sostener, sino porque los agentes económicos tienden a encontrarle la vuelta para escapar de la licuadora mediante la compra de dólares.
El propio Milei asume que la variable temporal es un punto clave en su proyecto de poder. Lo confiesa en su círculo íntimo de empresarios cercanos. Es toda una paradoja: el éxito de su plan depende de que la sociedad lo valide durante el tiempo necesario para mostrar resultados, pero la quita progresiva de apoyo popular puede ser una señal de que el ajuste se está haciendo.
Se comprende la interpretación del momento que hace uno de los ministros dilectos de Milei. El Gabinete está convencido de que el Gobierno va más rápido y mejor de lo que preveía en las reuniones iniciales en el hotel Sheraton Libertador de la avenida Córdoba, pero sabe que hay sectores castigados por los ajustes de precios relativos cuya paciencia se desgasta. La parte más cruda sobrevendrá en marzo.
Un grupo de gran influencia sobre Milei empezó a redactar normas para modificar leyes; habrá cambios en los registros automotores, las concesiones y otras dependencias, mientras que este mismo mes comenzará la liquidación de fondos fiduciarios que negó el Congreso; Caputo implacable con todos y la promesa de un nuevo ingreso masivo de dólaresLA NACION