Mirta Wons: de los eufemismos sobre los “cuerpos reales” a la depresión que atravesó y los costos que pagó por su sinceridad
MAR DEL PLATA.- “En primer lugar, le dije que sí a la propuesta porque estoy muy perdida”. Mirta Wons no puede con su genio y apela al humor para justificar su presencia en la obra PerdidaMente, escrita por Mariela Asensio y José María Muscari, que transita su segunda temporada en el Atlas marplatense y que acaba de ganar el premio Estrella de Mar en el rubro Mejor comedia dramática.
Más allá de las bromas, la actriz de ojos celestes inmensos y sonrisa plena, reconoce que la pieza, dirigida por Muscari, le generó un atractivo genuino e inmediato: “Me encanta, me representa muchísimo. Estuve en la función estreno y recuerdo que me emocionó y me hizo doblar de risa, me pegó muy profundo”, recuerda Wons, quien se sumó al desafío cuando, el año pasado, se produjo un recambio parcial del elenco.
Actualmente, PerdidaMente está protagonizada por las históricas intérpretes Leonor Benedetto y Ana María Picchio y también por Iliana Calabró y Emilia Mazer, quienes, junto con Wons, ingresaron al elenco durante el invierno pasado.
Una jueza diagnosticada con la enfermedad de Alzheimer es el disparador para desandar un camino donde se escribe en blanco sobre negro la necesidad de no eludir una patología que suele estar rodeada de tabúes. En tono de comedia, el material tiene su germen en algunos textos del médico neurólogo Facundo Manes.
“Cuando salgo del teatro de manera diferente a como entré es cuando compro realmente un espectáculo y esto me sucedió cuando vi PerdidaMente”, sostiene Wons, quien, en su cuenta de Instagram, se define como “actriz en movimiento”. Su personaje en la pieza es Keka, rol que -durante las dos primeras temporadas del espectáculo- cumplía Karina K, una artista que “admira muchísimo”.
Wons entiende que construyó su carrera “sin una línea determinada”, sostenida en un precepto que enarboló siempre: “probar, arriesgar le da sentido al trabajo de artista”. La actriz se formó en diversas disciplinas, entre ellas, bajo el lenguaje del teatro musical de la mano de nombres como los de Hugo Midón, Carlos Gianni y Ricky Pashkus, referentes indiscutidos del género. “Siempre hay que formarse en algo, es una búsqueda que no hay que perderse. Estudiá plomería, pero hacé algo”.
-Alguna vez, ¿padeciste la carrera?
-Sí, cuando no trabajo lo paso mal en todos los sentidos, incluido el económico. Aunque uno lo busque, es muy difícil encontrar una continuidad laboral en este oficio.
Reconoce que lo último que hizo en televisión lo grabó antes de la pandemia y que lamenta la ausencia de ficción en las señales abiertas: “Ese ritual de instalarse para ver una novela es mágico y lo hemos perdido”.
-Hablabas del padecimiento de los momentos en los que no estás trabajando, ¿cómo los transitás?
-Soy muy mala previendo las épocas de vacas flacas. Cuando trabajo estoy tan contenta, que me olvido que tiene fecha de vencimiento.
-El ahorro, ¿una utopía?
-Ahorro algo, pero no hay mucha capacidad para eso. Los actores “no la levantamos con pala”. Si me fue bien, con suerte me queda un mes de ahorro y el resto lo araño.
-¿Entonces?
-Desde 2018 tengo un plan B, con mi amiga Vivi Gómez lanzamos un proyecto compartido.
Se trata de Un pez, un microemprendimiento dedicado a crear “almohadones artesanales y muy abrazables, realizados con unas telas divinas”, se envalentona Wons, aunque reconoce que “hoy está detenido porque no logro mantener un precio durante más de dos horas y me da vergüenza decirles a mis clientes que los productos aumentan todos los días”.
En la descripción de Un pez en las redes sociales se puede leer que se ofrecen hasta guirnaldas. De todo, como en botica. “Me la pasaba en el Once buscando precios de materia prima para no tener que encarecer mucho los costos y el valor de mi venta”, se lamenta la actriz, quien también se especializó en la fabricación de bijouterie con diversos elementos. “Suelo trabajar con cristales”, sostiene y cuenta que hasta le llegó a regalar una pulsera de su propia factoría nada menos que a Mirtha Legrand.
Antes de la sesión de fotos con LA NACION en plena rambla marplatense, la gente la reconoce y la saluda con mucho afecto. Ella responde, acepta las selfies y luego se suma al juego con el fotógrafo con tal ímpetu que hay que pedirle que se baje del murallón que del otro lado da a un vacío de varios metros antes de tocar la arena de la Bristol.
De eso sí se habla
-En uno de esos paréntesis laborales que mencionabas, padeciste depresión. ¿Fue así?
-Sí.
-El que esté libre…
-Sí, pero sigue siendo tabú. El tema de la salud mental está marcado por esos prejuicios que no se entienden.
-Está muy claro en PerdidaMente.
-Del cuello para abajo se puede hablar, pero de los problemas de la cabeza, no. Parkinson y cáncer se nombran hasta ahí nomás, me enferma cuando dicen “larga y penosa enfermedad”. Y, cuando se menciona “depresión”, agarrate, es el fin del mundo.
-Sos una figura pública, ¿qué sucedió cuando atravesaste tu propia depresión?
-Me lapidaron. En 2011 falleció mi papá, lo que me llevó a hacer un duelo muy difícil y con la aparición de una depresión. En los medios se hablaron cosas que, aún hoy, si las leo, me dan náuseas. Fue una carnicería. Me da vergüenza ajena que, esas mismas personas que estuvieron a nada de decirme “loca”, hoy hablen con total libertad y superación.
-Es muy claro que no solo acciona el prejuicio sino también la ignorancia sobre determinadas patologías.
-No se habla con el mismo nivel de juicio ante un infarto que ante un problema de depresión. Hay que naturalizar algunas cosas, después de la pandemia quedó tan en evidencia que la salud mental merece tanto cuidado como otras dolencias y que no es un tema donde se puede quedar exento, le puede suceder a cualquiera.
-Pensar que no te puede llegar a suceder es una ingenuidad absoluta.
-Pero se sigue señalando a quien padece una depresión o un trastorno bipolar.
Indagando en estas cuestiones, el año pasado cursó una beca en el marco del proyecto LABA (Laboratory of Jewish Art) que parte desde el judaísmo, pero es abierto a toda la comunidad, más allá del dogma que se profese. El lema escogido que definió la experiencia fue “Tabú” y, en ese marco, Wons generó su trabajo “Mordazas, de esto sí se habla”.
“Tenía que ver con la salud mental y con ese mejor no hablar de ciertas cosas que se nos impone, del uso de los eufemismos. Me ayudó mucho estar, en simultáneo, integrando el elenco de PerdidaMente. Creo que mi 2023 fue una habilitación de espacios de lo que no es políticamente correcto hablar”, argumenta.
-En el medio artístico, ¿también rigen los tabúes en torno a las dolencias mentales?
-Hace un tiempo presenté un proyecto en una institución que representa a los artistas, en donde proponía compartir qué nos sucede a los actores previo a un estreno.
-Sin ser actor, podría decirte que es recurrente la sensación de vacío, adrenalina, vértigo, inseguridad y miedo que siente, antes de debutar, quien se sube a escena.
-La pasamos muy mal, te come la ansiedad. Cuántos compañeros quieren salir corriendo antes que se levante el telón. Alfredo Alcón era una pila de nervios previo a estrenar. Si eso le sucedía a él, qué nos queda al resto. Pero de eso no se habla porque el tabú está en no hablar demasiado por si llega a ser contagioso. Es el miedo a que se te pegue aquello de lo que hablás. Justamente, es lo que estudiamos con el proyecto “Tabú”, ya que todos tenemos alguno. El tabú es lo que te separa de aquello que se supone prohibido, pero existe. Yo le encontré el “rulo” a uno de esos tabúes, del que no hay que hablar o, en tal caso, hacerlo con eufemismos. Nos hacemos los cool y los progre, pero no hablamos.
-¿Te referís al tema vinculado a los actores?
-Exacto, a ese malestar sobre el que no se puede hablar.
-Decías que presentaste el proyecto en una institución reconocida, ¿hubo respuesta?
-Lo que me devolvió ese lugar fue un “ni”. Me decían: “está bárbaro, pero no le estamos encontrando el formato”. No hay formato, se trataba de hablar. Parece que el hablar de las cosas que no son fáciles genera incomodidad.
El otro tabú
Mirta Wons jamás se refirió a la “gordofobia”; término que, alguna vez, pusieron en su boca, pero la actriz entiende que “hablar de ´gordos´ también atrasa, es vintage, no me representa”. No esquiva el tema porque también allí reside un tabú y la hipocresía social.
“Hablar de ´talles reales´ o de ´mujeres reales´ también es un gran eufemismo. Aunque estés toda operada o seas obesa, no dejás de ser una ´mujer real´. Yo soy tan real como la mina que pesa cuarenta kilos, la realidad no pasa por la balanza. Lo mismo sucede con las chicas que buscan la extrema delgadez, son reales, aunque vivan una gran frustración frente al espejo cada vez que se miran y eso las lleva a seguir bajando. Yo también quiero sacarme la papada y verme bella, eso no está mal, pero no a cualquier precio”.
-Tu sinceridad siempre es muy gratificante para quien oficia de interlocutor.
-Ser sincero no es gratis, tiene un precio a pagar. Decir las cosas que pienso me ha costado desde trabajo hasta relaciones. Está muy bien visto ser sincero, pero, en los hechos, si fuese tan bien visto, yo debería estar trabajando el triple y no me sucede. Me manejo desde la sinceridad, aunque busco ser políticamente correcta, pero, cada tanto, me sale la “polaqueada” y eso no está bueno.
-¿Te arrepentís de tu forma de haberte conducido en el medio?
-Debería haber sido más inteligente, haber tenido más filtros; hay que medirse un poco antes de ser sincero y frontal para que al otro no le desagrade escucharte. A veces puedo resultar simpática, pero mucha gente también puede pensar “¿quién se cree que es?”. Y también están los que te exigen ser siempre amorosa, pero no soy una sonrisa caminando las veinticuatro horas, también voy a la verdulería y salgo espantada con los precios.
-En la mujer, la sinceridad se observa diferente que en el hombre.
-Te dicen “que carácter de mierda”.
-En el hombre es “convicción y tenacidad”.
-El varón que anda con muchas mujeres es piola y la mujer que sale con distintos hombres es una “trola”.
-¿Qué te falta? ¿Con qué soñás?
-Me gustaría que, en la calle, la gente no comente “ahí va la que trabajaba en la tele”, me gustaría un tiempo verbal en presente.
-No hay ficción en la televisión.
-Pero yo estoy trabajando, estoy haciendo teatro.
-¿Trabajarías como panelista?
-No sé qué podría aportar.
-Observando a algunos panelistas que tienen varias horas de aire por día, tu inteligencia y sentido común serían muy gratificantes en el medio.
-No me veo hablando sobre chismes, sería medio aburrido. Ahora, si se trata de un programa interesante, ¿por qué no?
-Volvamos al tiempo verbal en presente, estás trabajando en PerdidaMente.
-Una obra bellísima, en un teatro comercial maravilloso y con unas compañeras con las que tengo una química como pocas veces tuve. Admiro a cada una de ellas.
-Karina K, que hacía tu personaje, se llevó muy mal con Ana María Picchio. ¿Te llevás bien con ella?
-Es lo más… son cosas que pasan, somos todos humanos, yo también he tenido problemas en algún elenco. Lo que pasa es que no es noticia llevarse bien, entonces salen a la luz los roces. Pocas veces me llevé mal en un elenco y sólo una sola vez me bajé de un proyecto.
-¿Qué sucedió?
-Fue en televisión, ganaba una fortuna, pero me sentía muy incómoda, llegó un momento donde no podía quedarme ni un minuto más ahí.
Con elegancia evita decir el nombre de ese ciclo, un traspié en su brillante carrera que incluye piezas de teatro de envergadura como Largo viaje de un día hacia la noche, Rita la salvaje, Confesiones de mujeres de treinta y un unipersonal exquisito titulado Yo y mi Singer, entre muchos otros títulos, que se suman a un listado interminable de ficciones televisivas. Además, ganó los premios Revelación por el film El amateur (Cóndor) y por la obra Nine (ACE), entre diversos galardones.
“No negocio el maltrato y la falta de respeto, y eso también se paga. En definitiva, no soy dócil, no pongo la cabeza para que me peguen con un palo, respondo. Eso no está bien visto, pero duermo tranquila, aunque, quizás, mis valores sean un poco arcaicos”.
La vuelven a saludar y ella responde una vez más con una sonrisa inmensa. Ahí está el premio a su ética. Mirta Wons se despide y deja flotando su gran sueño: “Quiero hacer Misery”. Y uno no puede dejar de pensar que es la actriz perfecta para tal rol. Es que no es otra cosa que una suerte de Kathy Bates bien porteña llamada Mirta Judith Wons, vecina destacada de La Paternal.
La actriz, una de las intérpretes más completas del medio, conversó con LA NACIÓN sobre su presente laboral, su decisión de plantarse ante situaciones que no le gustan y su gran sueño artísticoLA NACION