La batalla más difícil: cambiar la cultura populista
De regreso a casa, nos cuenta Homero en la Odisea, Ulises (también conocido como Odiseo) debe sortear una serie de pruebas antes de reencontrarse con los suyos. Entre esas pruebas estaba atravesar con su nave y su tripulación el canto de las sirenas. La hechicera Circe le había advertido que las sirenas encantan a cuanto hombre va a su encuentro. Lo hechizan y lo atraen a una pradera donde se reúne con un montón de huesos humanos ya putrefactos de víctimas de una anterior seducción. Para evitar el encantamiento, Odiseo recibe una consigna que le permitirá superar la prueba. Hay que pasar la travesía tapando las orejas de sus compañeros de tripulación con una cera blanda para evitar que oigan la melodía. Más: si él quiere oírla debe atarse al mástil de la vela de la embarcación para no ceder a los encantos y mantener el rumbo de la nave. Sus compañeros de ruta con sus oídos tapados tendrán también instrucciones previas de reforzar las ataduras si él intentara liberarse. Con esta prueba de resistencia, Ulises pudo superar la mortal seducción de las sirenas.
Pero en la mitología griega hay otra repuesta a la atracción fatal de las sirenas. Nos la cuenta Apolodoro de Atenas y tiene como protagonista a Orfeo, el gran músico, con una habilidad especial para tañer la lira. Orfeo sabía del encanto trágico de las sirenas, pero confió en su talento para imponer una melodía superadora a la de ellas con el canto y su lira cuando los argonautas atravesaron el peligro en su embarcación. La interpretación de Orfeo eclipsó el canto de las sirenas, que, perdido su hechizo, se precipitaron al mar y quedaron convertidas en roca.
Cuando escribimos sobre los futuros posibles de la revolución liberal argentina (La Nación, 9-01-24), planteamos tres escenarios conjeturales: uno de éxito (que era deseable), otro de fracaso (vuelta a un populismo nac y pop recargado) y uno intermedio (con luces y sombras). Dijimos que los tres escenarios eran inciertos porque dependen de eventos de ocurrencia irrepetible que por lo tanto no tienen una distribución de frecuencia asociada, y, por consiguiente, un riesgo mensurable asignando probabilidades. Pero sostuvimos que, frente a la incertidumbre radical, sí se podía trabajar en el escenario de éxito deseable desde el presente logrando avances en la macroestabilización de la economía. En el proceso de apertura económica y de transformación del Estado (con superávit y mecanismos contracíclicos), señalamos que es clave evitar el abaratamiento artificial del dólar y el resurgimiento de “la coalición del dólar barato”. Un dólar competitivo con apertura e integración a la región y al mundo debe dar lugar a una nueva coalición del valor agregado exportable. En el tránsito al futuro deseable, subrayamos la importancia capital condicionante del éxito del cambio de la narrativa referencial que nutre el razonamiento y las decisiones de la clase política, de la dirigencia y de la sociedad en general. El populismo jaqueó tantas veces en estos años el orden institucional para quedarse con todo, que el argentino “republicano de a pie” (Fernández Díaz dixit) ha generado algunos anticuerpos institucionales. Por eso es más refractario que antes a la construcción política del amigo-enemigo, al maniqueísmo exculpatorio y a toda sospecha de azuzar nuevas dicotomías de “pueblo-antipueblo” como mecanismo de construcción y perpetuación en el poder (captura del Estado incluida). Bienvenido que así sea. La consolidación de la república es una cuestión de fondo, no de forma. Pero en los temas económicos, hay menos defensas desarrolladas: el populismo sigue dominando el debate que impone su narrativa referencial. Lo domina cuando la sociedad disocia ingreso tributario de nivel de gasto público, arrastrando el sentido común de muchos críticos del desbarajuste producido por la herencia populista a sucumbir a la seducción de la aritmética de las sirenas: se pueden bajar impuestos, aumentar gastos y corresponder no obstante los equilibrios que requiere la macroeconomía en un programa antiinflacionario (¿más deuda en un país sin crédito?). Nos seducen las sirenas cuando aun desde la prensa crítica se siguen confundiendo bienes públicos con bienes privados, dando por sentado que hay bienes públicos gratuitos (salud, educación) cuando deberíamos estar hablando de educación de ingreso irrestricto o de salud de acceso universal, a la vez de ocuparnos de la calidad y el alcance de esos y otros bienes públicos por su impacto en un ascensor social descompuesto. Las sirenas populistas imponen su melodía cuando se objeta la reducción de subsidios porque deteriora el salario, como si los subsidios fueran un pagadiós y no impactaran destruyendo salarios con su financiamiento inflacionario. La inflación institucionalizada, como un impuesto sobre los pasivos monetarios, que ni aprueba el Congreso ni es coparticipable, debería, hace rato, haber sido erradicada de la Argentina económica como lo han hecho nuestros vecinos de la región. Pero aquí las sirenas les siguen cantando a los políticos y a los argentinos que un poco de inflación y de ilusión monetaria es un bálsamo en las pujas distributivas del corto plazo, funcionales a la dinámica del populismo económico. Así, hemos cronificado el alza sostenida en el nivel general de precios.
En fin, que acceder a la jubilación con aportes de toda una vida de trabajo es lo mismo que el acceso por moratorias truchas. Después, el “derecho adquirido” de jubilado vale por igual. Y guay de meterse con los privilegios corporativos (fiscales, laborales, sindicales, previsionales, etc.), porque son “derechos adquiridos” consolidados en las sucesivas capas geológicas del populismo vernáculo. El éxito de una revolución liberal-desarrollista y su esperanza de vida dependen en gran parte de la capacidad de los nuevos liderazgos de desarticular el razonamiento sofístico y falaz que durante décadas ha dominado el relato económico referencial de los argentinos. Las reformas estructurales por realizar, aun cuando muestren resultados, tendrán pies de barro si no se las referencia a una nueva narrativa de desarrollo económico y social inclusivo que sea superadora del relato que nos ha arrastrado a la decadencia y a la pobreza.
En esta batalla cultural contra el hechizo populista hay dos etapas. Primero: la resistencia de Odiseo. Los intereses del modelo corporativo del pobrismo distributivo ya apelan a los cantos de sirena para confundir y atraer a muchos argentinos con consignas y ofertas ya fracasadas. Cuidado con las transacciones y concesiones oportunistas que pueden tentar a torcer el rumbo; cuidado con el populismo económico edulcorado que es siempre funcional al gatopardismo. Segundo: la audacia de Orfeo. Con logros en materia de inflación, y con la implementación de algunas reformas estructurales, urge persuadir a la mayoría de los argentinos que se expresaron en las urnas de que hay un nuevo paradigma referencial para razonar y decidir en lo económico. La creación de empleo formal, la reducción de la pobreza y la indigencia, la multiplicación de empresas y emprendimientos privados, la reducción de la informalidad y el crecimiento sostenido del ingreso per cápita (con eje en la inversión y la productividad). Todo en concomitancia con la contracara de un Estado transformado y austero que se ocupa de la calidad y del alcance en la prestación de los bienes y servicios públicos. Se trata de afianzar los cimientos de un nuevo proyecto de desarrollo para reconciliar a los argentinos con el siglo XXI.
Doctor en Economía y en Derecho
En los temas económicos, el populismo sigue dominando el debate que impone su narrativa referencial; lo domina cuando la sociedad disocia ingreso tributario de nivel de gasto públicoLA NACION