diciembre 26, 2024

Juan Manuel Leguizamón, la gloria con los Pumas, el retiro y el presente con los Pampas: “Pasé por situaciones mentales muy incómodas”

En la cancha, en su ilustre carrera que incluyó más de 14 años vistiendo la camiseta de los Pumas, Juan Manuel Leguizamón siempre se caracterizó por entregarlo todo. Adentro, dejó el cuerpo en cada tackle; afuera, se entrenó al máximo para mantenerse en el primer nivel. Ese compromiso le permitió extender su carrera profesional hasta los 38 años. Hasta que un día tuvo que decir basta. “Se me vino abajo el mundo”, confiesa. La crisis se prolongó por días, semanas, meses. Quiso revertir su decisión, siguió dando vueltas dentro de su cabeza. En un llamado, durante el último Mundial, encontró tranquilidad: apareció la posibilidad de ser entrenador de Pampas, una de las dos franquicias profesionales de la Argentina. “Me sentí preparado, entendiendo que iba a haber momentos incómodos. Es una buena forma de asumir que la etapa de jugador está terminada”.

Si no fuera por la gorrita con el corcel que identifica a Pampas, cualquiera pensaría que es un jugador más. A los 40 años, la imagen de Legui se confunde con la de los integrantes del plantel. Físicamente está intacto. Ahora, toda la energía que exudaba cuando era jugador la transmite a sus dirigidos. Si logra contagiar al menos una porción de esa vitalidad ya habrá logrado un equipo combativo. Para las cuestiones tácticas tiene dos buenos aleros en el ex medio-scrum de los Pumas Nicolás Vergallo y el ex analista de video del seleccionado Rodrigo Martínez. “Jugar al rugby es tener a 15 personas convencidas de una línea de juego de la que ellas se adueñaron e ir para adelante”, define.

Formado rugbísticamente en Santiago Lawn Tennis, pasó por el SIC y emigró de muy joven a Europa. Debutó en los Pumas a los 21 años y completó 87 presentaciones, incluidos cuatro mundiales (fue el último de los Pumas de Bronce de 2007 en retirarse) hasta que se fue del seleccionado en 2019. Pasó por London Irish, Stade Français y Lyon antes de volver a la Argentina para representar durante cuatro años a Jaguares. Fue a jugar a Seattle y Nueva York de la MLR, pero entre la pandemia y una rotura de ligamentos cruzados de rodilla sólo pudo jugar un partido. Intentó regresar con la camiseta del SIC, pero se echó atrás. Luego se arrepintió y pensó en volver. Todavía hoy, con el gorro de entrenador puesto, durante la extensa y profunda charla para LA NACION en el búnker de Pampas en Casa Pumas, en Maschwitz, deja un resquicio al jugador.

“Creo que todavía no terminó el proceso. Esta oportunidad de pasar la página me ayuda, porque me costó un montón dejar de jugar”, cuenta Legui. “Entrar en una pandemia me impidió seguir con el camino de jugador en Estados Unidos, después vino la lesión. No quería quedarme con eso. No por un capricho, pero sentía que tenía mucho para dar como jugador. Me encontré en situaciones mentales muy incómodas, bien profundas, que no me dejaban pensar con claridad. Estuve hasta preocupado en algún momento, incómodo en mis pensamientos, confundido. Pasaron un montón de momentos desde que me lesioné en mayo de 2021. Esa rehabilitación me ayudó a entender un montón de cosas. Pensé mucho. Creo que crecí un poco, también. Pero nunca me convencí de que había dejado de ser jugador. Incluso hoy tampoco. Muchas veces la vida te va poniendo cosas enfrente que te ayudan a tomar decisiones, y a mí me puso esta oportunidad. Creo que es una buena forma de asumir que la etapa de jugador está terminada”.

Juan Manuel Leguizamón en acción: potencia, fiereza y destreza

–¿Estás más tranquilo ahora?

–Me encuentro en un rol donde yo personalmente me siento cómodo dentro de la incomodidad y de lo que implica. No creo que sea un proceso que haya terminado, pero está terminando. Tuvo sus dificultades, tuvo sus momentos de subidas y bajadas, pero me ayudó también a crecer, a adaptarme, a entender que nada es tan importante, a estar mucho con mi familia, que es mi prioridad.

–¿Cómo fue la decisión de dejar de jugar?

–Después de la lesión no volví a jugar. Volví a entrenarme en el SIC. Ya se estaba por cumplir el período de rehabilitación para volver, estaba listo para jugar, habíamos puesto una fecha con los médicos, y no sé qué pasó en mi cabeza que en la semana previa algo me dijo “basta”. Ahí tomé la decisión de dejar el rugby. Estuve dos o tres meses tranquilo con la decisión y después me invadieron las ganas de volver a jugar. Tuve un par de posibilidades de irme a jugar afuera, pero era una movida. Seguía con mis líos mentales, mis incomodidades hasta que llegó esta oportunidad, que me sirvió para un montón de cosas.

–O sea que entre 2021 y fines de 2023 estuviste sin saber qué hacer…

–Estaba en un momento de construcción, de autoconocimiento, de redescubrimiento. Yo por ahí le doy una vuelta de rosca más a todo. Me envolvía en eso y estaba en volverme a conocer, a conocerme desde otro lado. Había estado metido en una burbuja desde los 5 años hasta los 38 y de repente no era más jugador. Mucho de pensar, de hablar con gente. Surgieron oportunidades de dar charlas, algo que me gustó: en una universidad, con sobrevivientes de la tragedia de Los Andes en Montevideo… también estaba como asesor a distancia del equipo de Nueva York de la MLR.

–Ya estabas cerca de los 40. ¿Pensabas en qué hacer el día después? ¿Tenías un plan B?

–En los últimos dos o tres años ya había empezado a pensar un montón, pero a mí me cuesta mcuho tener cosas paralelas. Yo estaba muy abocado, como era de los más viejos, a estar mejor preparado todavía. Gastaba energía mental y física en mi preparación para estar a la altura. La realidad es que nunca logré desconectarme para abocarme a otra cosa. Pensaba que iba preparándome para ese día, pero cuando tomé la decisión se me vino abajo el mundo. Yo no sé si alguien se prepara para ese día, sea el deporte que sea. Cuando estás tan abocado a algo, podés ir para un lado, armar un plan B, pero el hecho de decir cerré una página a la que estuve tan dedicado, hasta que no di ese paso no estaba preparado. Hablé con un montón de gente que dejó de jugar y muy rápido se metió en otro entorno, pero la pasaron igual de incómodo que yo.

–¿Tenías experiencia de ser entrenador, aunque fuera en juveniles?

–Fui ayudante de un club en Uruguay. También con Horacito Agulla estuvimos con un club en San Juan. Íbamos y veníamos, no era algo fijo del día a día. Después tuve la experiencia de consultoría en Nueva York y tuve una experiencia cortita asistiendo un poco en el SIC. Pero como experiencia real de día a día, no. Es algo que lo viví mucho, tuve la suerte de experimentar muchas cosas. A mí me gusta estar atento a ciertas situaciones y pude tomar esas experiencias como aprendizaje, no calificarlas de como positivas o negativas. Eso me alimentó mucho. Después hice algunos cursos de psicología deportiva y tuve charlas muy buenas con gente muy interesante, lo que me ayudó a reafirmar algunas cosas y descubrir otras nuevas.

–¿Cómo se produjo tu llegada a Pampas?

–Fue durante el Mundial, más o menos. Obviamente estaba agradecido por la oportunidad, porque piensen en mí. Pero tenía muchas preguntas. Si realmente era algo que quería hacer, si estaba preparado. Tuve unas semanas de pensarlo, consulté mucho con mi familia que me banca un montón [está en casado con Dolores García González y tienen cuatro hijos], y me sentí preparado. Entendiendo el contexto, que son experiencias nuevas, que iba a haber momentos incómodos, descoordinaciones, adentro y afuera de la cancha, pero yendo a fondo para adelante con premisas fundamentales que llevo en mi vida. Tengo cuatro o cinco palabras que las tengo muy adentro. Van a pasar muchas cosas en el medio, pero éste es el medio para pasar la página. Insisto en que nada es tan importante. Con ese pensamiento bien metido en mi cabeza, cuando vas a fondo pensando en tus jugadores y tu equipo de trabajo, va a haber equivocaciones, pero es parte del proceso, es parte de la vida. ¿Estás preparado para controlar las emociones? ¿Estás preparado para revertirlo? Con errores, creo que estoy preparado,

–¿Cuáles son esas premisas que mencionás?

–Son varias. Están establecidas en mi día a día. El respeto, la contención, el cariño, el amor. Me baso mucho en el amor en general. Estoy convencido de que todo lo que me pasa y me pasó está impulsado por el amor, ya sea a lo que me dediqué, a mi familia, a mi club, a los Pumas. Estaba tan enamorado que la locura y el compromiso me hacía pasar la página y salir de las cosas no tan positivas.

–En tu carrera tuviste grandes entrenadores. ¿Qué te quedó de ellos? ¿Con qué de lo que te aportaron te identificás y querés plasmar en tu equipo?

–En London Irish tuve a Toby Booth, que era entrenador de forwards y hoy dirige a Ospreys. Yo tenía 21 años, era mi primera experiencia profesional y me hizo vivirla mejor aún. Fue uno de los mejores clubes donde estuve, fue uno de los que más me marcó. Si me tengo que poner a enumerar, son un montón. Me quedo con Gonza [Quesada], con Mario [Ledesma], con el Tano [Loffreda]. Mario me transmitió un montón de cosas del compromiso con el laburo, en ser consistente, estar convencido. Fue un poco el cambio de Jaguares en 2018, que marcó un antes y un después. Gonza también, asociaba y se combinaban cosas muy buenas que hacían que el equipo lograra fluir, que creo que es la clave. Fluir es cuando no te importa más nada que estar donde estás, cuando no mirás el reloj para ver si es tarde o temprano. Yo ya estaba en una etapa que jugaba menos y eso me permitía ver cosas en mis compañeros, en los entrenadores. El compromiso que se generó en esos años era pleno. El Tano fue otro de esos entrenadores que me dejó muchas enseñanzas, en una etapa que fue muy importante en mi carrera, como por ejemplo mi debut en los Pumas y el proceso que terminó con la medalla de bronce en el Mundial 2007.

–¿Qué situaciones o experiencias que viviste como jugador no querés que se repitan con tus jugadores?

–Muchas veces pasa en el profesionalismo, y sobre todo afuera, la falta de empatía, la falta de priorizar al jugador, falta de comunicación, no conocer al jugador, falta de transparencia. En definitiva, estás a cargo de 30 o 40 jugadores y a mí me gusta estar volcado a todos y entregarse, que los chicos lo perciban. Nosotros estamos para ellos, para darles una mano, somos sus guías. Queremos generar eso en los chicos. Tiene que haber una línea de orden y disciplina, pero estamos muy abiertos a ayudarnos entre todos.

Legui y su pensamiento sobre los Pumas

–En cuestiones tácticas, ¿cómo te definirías?

–El rugby es un deporte, sobre todo en Argentina, en el que se habla mucho de dar, del sacrificio. No sé hasta dónde es así. Para dar, primero hay que tener. Tenés que estar alimentado. Tenés que ser rico mental, espiritual y físicamente. Uno de los puntos fundamentales en los jugadores y que termina enriqueciendo al todo es la parte física. Cuanto más fuertes se sienten, más entrenados se sienten, más estudiaron, más asimilaron los conceptos, y ahí sí están preparados para dar. Tenés que ser un nexo y un medio para que los chicos entiendan eso y lo lleven adelante. Entonces, primero y principal pretendo un equipo que esté muy alimentado física y mentalmnete, que se sientan muy fuertes individualmente para que el colectivo fluya.

–¿A qué va a jugar Pampas?

–Yo no sé cuán complicado es el rugby. Si bien hay mucho estudio, muchas estadísticas, está buenísimo, porque son complementos, pero en definitiva jugar al rugby es tener a 15 personas convencidas dentro de la cancha, con una línea de la que ellos se adueñaron, e ir para adelante. Ir para adelante en defensa, en ataque, lograr conexiones y lazos que fortalecen esos equipos. Obviamente, hay un sinfín de combinaciones que se pueden hacer, pero si lo principal que es entender que necesitamos correr para adelante convencidos, después es más complicado que salgan. Estamos en ese proceso con Pampas, de tener cimientos sólidos desde lo humano, corporal, físico, mental, desde los lazos, para después sumar todo el detalle que está muy al alcance en cualquier computadora.

–¿Hay línea o hilo conductor con lo que busca Felipe Contepomi en los Pumas?

–Estamos muy conectados con Felipe, está muy pendiente. Eso está buenísimo para nosotros, para los jugadores. No hay una relación en el juego de Pumas y Pampas, pero sí hay mucha interacción, porque uno de los objetivos es lograr que la mayor cantidad de Pampas esté cerca de una eventual convocatoria a los Pumas.

–Además de ése, ¿cuáles son los desafíos que tienen por delante?

–Personalmente, mi desafío pasa más por una cuestión de establecer y confirmar un equipo de verdad. Sueño con que los chicos terminen estos seis meses y digan “quiero que vuelva a llegar enero, quiero volver a estar acá”. Establecer un equipo de verdad, donde todo fluya. Estoy convencido de que una vez que logremos eso, son todos excelentes jugadores, va a fluir. Ahora hay que lograr plasmar esos talentos en un equipo adentro y afuera de la cancha.

–¿Sentís presión? La Argentina es líder en la región y en los últimos dos años ganó un equipo de Uruguay. Además, por ser de Buenos Aires, Pampas recibe mayor atención…

–La verdad que no. No me genera nada. Quiero lo mejor para el equipo, quiero construir eso que hablábamos antes y entiendo que es un proceso donde hay 15 chicos nuevos, nosotros somos un staff nuevo. Hay que confiar en los procesos, en los discursos, en lo que vamos asimilando y metiendo a los jugadores. Las cosas no pasan de la noche a la mañana. Queremos acelerar todos los procesos para que los chicos se diviertan adentro de la cancha, pero no me genera presión. Después hay variables, hay buenos equipos enfrente, la liga está cada vez más competitiva, pero todo lo que podemos controlar, si logramos controlarlo, nos vamos a acercar a obtener resultados y pelear por el campeonato.

–¿Qué imagen querés que se lleve quien mire a Pampas en el estadio o por televisión?

–Es algo que hablamos bastante. Hablamos mucho de inspiración, de transmitir. Queremos que el equipo transmita mucha unión, lucha, laburo en equipo, conexión. Que los vínculos que se vayan generando se trasladen a la cancha de manera positiva, independientemente de ganar o perder. Queremos que los 15 que estén adentro de la cancha emanen eso.

Ganador del bronce en el Mundial 2007, a los 40 años inicia su etapa en el Super RugbyLA NACION

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