El viaje de Milei a Israel: expectativa e ilusión por la llegada de un aliado en medio de la guerra y las críticas mundiales
JERUSALEN.- Uno podría decir que es el peor momento para llegar a Israel. Llueve, hace frío, pero lo peor es que este martes se cumplen 123 días de la guerra en represalia por el cruento ataque de Hamas del 7 de octubre, que ha sumido a este pequeño país rodeado de enemigos y depositaria de la única democracia en Medio Oriente, que atraviesa una crisis existencial nunca antes vista.
En su primer viaje oficial al exterior, el presidente Javier Milei aterrizará en un país donde se respira un ambiente cargado y donde, de vez en cuando, suenan sirenas que advierten que hay misiles al acecho y hay que encerrarse en un refugio. Llegará a un Israel preocupado como nunca, alterado y enfocado en un único tema, la operación militar “Espadas de Hierro”, que tiene dos objetivos aún no alcanzados: eliminar de la faz de la tierra al grupo terrorista Hamas y la liberación de los 136 rehenes capturados el 7 de octubre pasado, que aún están en Gaza, dentro de los cuales hay de todas las edades -entre ellos, 12 argentinos, incluido un bebé de 1 año, Kfir Bibas.
Tanto cuando llegue a la casa del presidente israelí, Isaac Herzog, este martes, como a la oficina del debilitado primer ministro, Benjamin Netanyahu, el miércoles, Milei podrá ver con sus propios ojos la angustia y la rabia de familiares de rehenes protestando en su contra, acampados en carpas tipo iglú, pese al frío y a la lluvia, reclamando con sus pancartas con los rostros de los secuestrados que detengan la guerra, el único gran tema.
Y es lógico. Se trata de una guerra sin solución a la vista, que ha trastocado a Israel y al mundo porque podría degenerar en un conflicto regional-global, que se ha convertido en la más larga de todas las que hubo en este rincón del mundo desde la creación del Estado de Israel en 1948, en la más cruenta de todas las combatidas anteriormente, y que también ha aislado a Israel internacionalmente. Fue incluso acusado por Sudáfrica ante la Corte Internacional de Justicia de La Haya de estar cometiendo un genocidio.
Por todos estos motivos, aunque podría parecer el peor momento para llegar a Israel, donde el miércoles también arribará el secretario de Estado de EE.UU., Anthony Blinken, para intentar que pueda darse una tregua imposible, para Milei paradójicamente todo este “combo” explosivo funcionará como un escenario ideal.
¿Por qué? Porque todo el mundo conoce su admiración, su amor incondicional, su deseo de convertirse al judaísmo y su postura totalmente pro-Israel y pro-judía, algo que representa una actitud casi contra corriente en este momento histórico crucial y existencial para Israel, que será seguramente elogiada y exaltada por los israelíes, que se sienten hoy incomprendidos, abandonados por gran parte de la comunidad internacional.
Para muchos israelíes, puede preverse, la visita de Milei será como un bálsamo en un momento de depresión, confusión, desesperanza. Fiel reflejo de su alineación sin titubeos en favor de Israel (como hizo Donald Trump en su momento), el flamante mandatario libertario anunció su intención de querer trasladar la embajada argentina desde Tel Aviv a Jerusalén, ciudad sagrada para las tres religiones monoteísta, que Israel considera su capital, al igual que los palestinos y cuyo status sigue siendo un tema bajo la lupa de la ONU, irresuelto y altamente sensible.
Por todo esto, hay enorme expectativa por esta visita, en la que se esperan de parte del mandatario argentino -y están previstos en la agenda-, gestos contundentes de respaldo y de condena al brutal terrorismo perpetrado por Hamas el 7 de octubre. Y no se avizoran momentos incómodos, como probablemente podrán darse en el cara a cara que Milei tendrá el lunes próximo con el Papa Francisco en el Vaticano.
“Nuestra expectativa es que sea una visita importante y relevante”, dijo a La Nación una fuente de la cancillería israelí. “Al final, la Argentina es un amigo nuestro que sigue este camino y con este presidente es seguro que así va a ser”, agregó. El funcionario aludió, así, al hecho de que después del ataque de Hamas hubo varios países latinoamericanos que salieron a criticar duramente a Israel por su represalia con demasiados muertos civiles en Gaza. Bolivia hasta rompió relaciones y Chile y Colombia retiraron a sus embajadores, entre otros cuestionamientos.
“Acá la gente está fascinada con Milei: para el israelí, ver que un presidente de la diáspora está flameando una bandera de Israel, como ocurrió al cierre de un acto de campaña, es algo único. Acá esa imagen recorrió todos lados”, dijo a La Nación Alan Kronic, argentino de 30 años que vive desde hace cuatro en Israel, que trabaja en una empresa creadora de contenidos.
“El discurso que Milei hizo en Davos acá se viralizó. Salvando distancias y diferencias, Milei acá es tan conocido como Maradona y Messi, está en la conversación popular y creo que va a ser recibido muy bien”, agregó. “Se valoriza mucho la actitud pro-israelí de Milei sobre todo en el contexto de hostilidad y antisemitismo hacia el pueblo judío que se ha desatado en el mundo después del 7 de octubre″, precisó.
Coincidió Bettina, otra compatriota que es parte de los cerca de 90.000 argentinos que viven en este país, que destacó que “Cristina (Kirchner) era Pacto con Irán y Alberto (Fernández), también. Acá todos están con Milei y va a ser bien recibido”.
Miguel Glatstein, médico argentino que vive hace más de 25 años en Israel, padre de tres hijos, se mostró cauto. “No lo conozco a Milei, pero no creo que sirvan los extremismos. Acá no hay inflación, pero hay una guerra, hay gente que muere todos los días y los políticos en lugar de querer terminarla la potencian y la hacen más larga para quedarse en el poder”, opinó, refiriéndose a Netanyahu.
Con tonada porteña intacta, Glatstein también mostró cierta perplejidad por la decisión de designar a un rabino como embajador y de trasladar la embajada argentina a Jerusalén. “No creo que sea bueno que traiga a un rabino a la embajada y más sin ser un diplomático de carrera… ¿Eso no es casta?”, se preguntó. “Y tampoco estoy de acuerdo con el traslado de la embajada. No sería un gesto de paz porque no se pueden hacer cosas unilateralmente: hacé dos Estados, después sí, mové la embajada”, consideró.
Claudio Kapelka, de 70 años, que vive desde 1981 con su familia en Nahariya, ciudad del norte muy cercana a la frontera con el Líbano -donde continuamente caen misiles del grupo Hezbollah-, se sumó a la expectativa general. “No lo conozco a Milei, para mí es algo nuevo, algunos de mis familiares en la Argentina lo quieren; otros no, pero la verdad es que hacía años que un presidente argentino no apoyaba a Israel y a lo mejor sirve”, reflexionó, en diálogo con La Nación. “La expectativa es positiva -agregó- y ojalá que le vaya bien, para que a nuestras familias que están en la Argentina les vaya bien”.
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