El joven George Orwell, policía en Birmania
No es extraño. La mayoría de los escritores quedan reducidos con el paso de los años a un par de títulos emblemáticos. En el caso de George Orwell (1903-1949), esos libros son los últimos: Rebelión en la granja y 1984, una alegoría antiestalinista en forma de fábula animal y una novela que de manera temprana detectaba los posibles alcances del totalitarismo, con su neolengua y su Gran Hermano, convertido hoy insólitamente en entretenimiento televisivo.
El camino de Orwell para llegar a esos dos libros fue, sin embargo, lento y trabajado. Escribió un texto de no ficción sobre la miseria (Sin un peso en París y Londres), unas cuantas novelas previas como Keep the Aspidistra Flying (traducida en su momento como ¡Venciste Rosemary!) y Homenaje a Cataluña, el relato de su participación en la Guerra Civil Española, donde, cercano en el conflicto a los anarquistas, cortaría amarras definitivas con la URSS. También fue un incansable escritor de ensayos (la totalidad alcanzan varios miles de páginas), de todo orden. Literarios, políticos y algunos magistralmente inclasificables, como cuando se refirió el ritual del té. V.S. Pritchett dio lo definió como “la fría conciencia de su generación”. Orwell iba contra la corriente.
Antes de la desilusión española, sin embargo, el joven Eric Blair (su nombre real, antes de adoptar Orwell como apellido de batalla) tuvo una experiencia igual de decisiva, aunque en un contexto muy diferente. En su última novela, Burma Sahib (recién aparecida y todavía no traducida), Paul Theroux, el autor de la notable La costa mosquito, lo toma como personaje. No en su final, sino en su primera juventud, cuando el futuro Orwell, de diecinueve años, se trasladó a Birmania (por entonces colonia inglesa) para hacerse un futuro. Permaneció cinco años en ese destino, adonde fue para trabajar de policía. Sueña extraño imaginarlo en un puesto de ese orden, pero fue ese oficio el que produciría en parte un quiebre en su visión. Blair llegó a Rangún, la capital de Birmania, más o menos convencido de la misión civilizadora del imperio británico, pero saldría lleno de escepticismo. Aunque había nacido en la India (su padre era un funcionario menor y casi de inmediato la madre con el bebé volverían a Inglaterra), no había ninguna nostalgia ni vocación aventurera en su decisión. Blair tenía un conflicto de clase: estudió en Eton, donde se educaban las élites, pero siempre se le hizo notar que su rango era otro (solo del lado materno tenía algún vínculo distante con la clase alta). Birmania era una manera de ajustar cuentas. En los primeros años, el futuro Orwell tuvo que cumplir con la formación en la academia de policía que, entre otros exámenes, requería conocimientos de las lenguas locales (el birmánico y el indostánico, que dominó con rapidez). Luego fue enviado a destinos remotos y húmedos donde era “difícil comer y beber sin tragar insectos”. Finalmente, llegó a Khata, la ciudad donde transcurre Burmese Days (Días birmanos), su primera novela, publicada mucho más tarde, en 1934.
La nueva obra de Theroux (“Sahib” es como se designaba a los blancos ingleses coloniales) seguramente encuentra su justificación en un simple dato: lo que cuenta Orwell en Días birmanos está marcado por su conocimiento de primera mano, pero el carácter de su protagonista, Flory, era muy distinto al de él. Orwell era altísimo, tímido y retraído. Flory, en cambio, a pesar de su sensación de ser sapo de otro pozo, busca participar de esa sociedad que tiene como única distracción el club para blancos y el trasiego de alcohol. La novela de Orwell sigue en parte la estela de Un pasaje a la India, la novela de E.M Forster, de 1924, que inauguró un subgénero (la novela menos celebratoria de las colonias) que más tarde se replicaría en Somerset Maugham y en Graham Greene. En Días birmanos, también hay un médico local amigo y otros personajes similares, y Flory parece sentirse mucho más cómodo entre la gente del lugar que entre los ingleses, por mucho que en la trama el principal corrupto sea un caricaturesco funcionario birmano. El retrato ficcional de Theroux seguramente haya sabido explorar como nadie esas contradicciones primerizas.
La nueva novela de Paul Theroux toma como personaje al autor de 1984 en su juventudLA NACION