enero 2, 2025

El día que Mar del Plata recibió a Eisenhower. Un paseo en Cadillac con Frondizi, un discurso emotivo y: “Otra porción de parrillada”

Dwight D. Eisenhower aterrizó en Mar del Plata el 27 de febrero de 1960, a las 10:55 de la mañana. Llegó en el Columbine III Super Constellation, un poderoso avión de 4 hélices famoso por ser uno de los primeros “Air Force One” de la historia. Bajó, y se encaminó hacia el corazón de la ciudad, donde aguardaba una multitud. Esa mañana, hacía calor. Pero el presidente Arturo Frondizi, el gobernador Oscar Alende, y Teodoro Bronzini, intendente de Mar del Plata, lo estaban esperando al pie de la escalera, en el caliente cemento de la pista de Camet.

Eisenhower fue recibido con todos los honores. Su nombre, desde hacía más de una década, era sinónimo de las hazañas bélicas estadounidenses, que se extendían desde el desembarco en Normandía hasta su gestión en la guerra de Corea. En condición de presidente, su figura evolucionó aún más.

Se encontraba de viaje por la región. Previamente, había estado en Brasil y Uruguay, e incluyó a la Argentina por la misma razón por la que visitó a los dos países limítrofes: la preocupación latente por la influencia de la Revolución Cubana en la región.

Un recorrido con destino a Mar del Plata

Su primera escala en la Argentina fue Buenos Aires, donde fue recibido con un ambiente festivo y un protocolo elevado: llegó a Ezeiza, visitó al presidente Frondizi en la Casa de Gobierno, dio un discurso en el Congreso y luego visitó a la Corte Suprema de Justicia.

Luego partió hacia Mar del Plata donde lo esperaban las autoridades locales con las que se dirigió al Cadillac descapotable que los esperaba para unirse a una caravana que recorrería la ciudad.

Salieron por la ruta 2 mano hacia la ciudad y doblaron a la izquierda en la rotonda de Constitución, y de allí, hasta la costa, donde miles de personas se congregaban bajo el ardiente sol. El intendente Bronzini había declarado aquel día, que cayó sábado, feriado, pero dio la sensación de que toda la gente que había asistido al desfile hubiera dicho presente igual, con o sin feriado. Casi toda Mar del Plata abandonó sus hogares con la esperanza de satisfacer su curiosidad insaciable. Y también, de ser testigos de un momento histórico.

Un intento -exitoso- de acercamiento

Frondizi había asumido la presidencia en mayo de 1958, y había dejado muy claro que propugnaría que la Argentina se alineara con el mundo occidental. Entendía que el peronismo había dejado al país aislado, y que había que revertir esa situación. Iniciaba su mandato con varios obstáculos económicos inmediatos, como el déficit energético, la deuda externa y el desequilibrio comercial. Y buscó en Estados Unidos un aliado para desarrollar la tecnología, la industria y, no menos importante, para atraer inversiones.

Frondizi había comenzado dicho trabajo en 1958, como presidente electo, cuando recibió en dos ocasiones la visita de Willard L. Beaulac, el embajador estadounidense en la Argentina. Beaulac había expresado el interés de Estados Unidos en su éxito. Frondizi, agradecido, manifestó su deseo de mantener relaciones estrechas con los americanos, y el gesto de cooperación fue bien recibido. De hecho, el tiempo comprobaría el éxito de ese primero acercamiento: en 1959, Frondizi se convertiría en el primer presidente Argentino en visitar los Estados Unidos.

La visita de Eisenhower no pasaba desapercibida: todos en la ciudad sabían que era el líder de las fuerzas aliadas en la monumental tarea por poner fin a la Segunda Guerra Mundial. En Estados Unidos, en las elecciones de 1953, demócratas y republicanos se habían “peleado” por tenerlo como su candidato -él finalmente eligió a los republicanos-. Y en la Argentina, a metros del casino provincial, los marplatenses se codeaban por saludarlo.

El Cadillac recorrió la costa durante media hora. Niños con pantalones cortos, mujeres con polleras largas y hombres de pantalón y saco rodeaban el vehículo en todo momento. Cerca de Constitución y el Mar, un grupo de obreras de la fábrica de alfajores Gran Casino -todas con sus delantales blancos- lograron lo que muchos querían, acercarse a pocos metros y saludar al líder norteamericano. En ese momento el auto dobló a la derecha. Y fue ahí, con una vista en profundidad, que Eisenhower pudo apreciar una imagen de la multitud que se había acercado para darle la bienvenida.

El Cadillac continuó su marcha, entre nubes de papel picado y banderas argentinas, hasta que se detuvo a la altura del Torreón del Monje. Allí pegó una vuelta de 180 grados y se dirigió hacia el Hotel Provincial, el lugar elegido para brindarle un festivo agasajo.

Un bife de chorizo y un trozo de chivito

Eiesenhower también tuvo la oportunidad de visitar una estancia y probar las mejores carnes de la región. Cuentan las crónicas de la época que le encantó un plato, el bife de chorizo acompañado con un trozo de chivito. Roberto Di Sandro -periodista decano en Casa de Gobierno- cubrió aquella visita como reportero de Canal 11 y rememora que el presidente norteamericano pidió “otra porción de parrillada”.

Antes de irse, remató con una frase: “Hay que hacer un buen comercio para que Estados Unidos pueda gozar de este producto”, y luego de las risas y aplausos de los presentes pidió llevarse una foto de Carlos Gardel.

Las llaves de la ciudad

El intendente Bronzini y el presidente del Concejo Deliberante, Rufino Inda, le entregaron a Eisenhower las Llaves de la Ciudad. Fue durante un cocktail en el Salón de las Columnas del Hotel Provincial. Allí, el 34° presidente estadounidense se despidió con un cálido discurso. Minutos después de terminar, seguiría camino a Bariloche, su próxima y última escala de su visita a la Argentina.

El discurso de Eisenhower

“Honorable señor Intendente, señor Presidente, ciudadanos de la Argentina y de esta encantadora ciudad, damas y caballeros:

Gracias por su generosa bienvenida y por el honor que me hacen al otorgarme una llave de la ciudad. Les aseguro que no la utilizaré mal. No tengo el privilegio de estar aquí el tiempo suficiente para hacerlo.

De hecho, en los últimos meses, parece que viajo tan seguido, tan rápido y tan frenéticamente, que tengo pocas oportunidades de ver bienes raíces, pero sí veo personas. Y para mí, las personas son más importantes que cualquier otra cosa en el mundo.

Y debo decirles que en las últimas horas, el pueblo argentino y el pueblo de esta ciudad han ocupado un lugar cálido y grande en mi corazón, uno que atesoraré para siempre. Y les aseguro que haré todo lo que esté a mi alcance para acercar mi pueblo al suyo, para asegurarme de que su nación y la nuestra seamos amigos más fuertes y mejores, eso haré. Sin embargo, por lo que ya he visto de la hermosa ciudad de Mar del Plata, desearía poder quedarme más tiempo que las pocas horas disponibles para mí. Aun así, llevaré conmigo recuerdos vívidos y agradables de esta breve visita.

En Buenos Aires me impresionó la majestuosidad de su belleza y la bulliciosa actividad, el comercio y la industria. Sin embargo, dado que crecí lejos de la capital de mi propio país y he vivido en muchas partes de mi país, comprendo perfectamente que la verdadera fortaleza de una nación reside en todas sus partes, no solo en su capital y en sus ciudades industriales.

Mientras volábamos hacia Mar del Plata, pude vislumbrar desde el aire algunas de las tierras agrícolas de su país, algunas de las estancias de cría de ganado y algunas áreas de cría de ovejas. Hay una riqueza autóctona y aún mayor promesa en esta tierra. Su futuro sin duda será brillante: los argentinos lo harán así.

Así que les traigo los afectuosos deseos del pueblo de los Estados Unidos, y nuevamente les agradezco sinceramente por la calidez de su bienvenida, tanto en las calles como en esta sala, y por el gran honor que me han hecho al presentarme esta llave simbólica”.

A fines de febrero de 1960, durante su segundo mandato, el presidente de los Estados Unidos estuvo unas horas en la ciudad balnearia; lo recibió una multitudLA NACION

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