El creador de la serie de Fito Paéz apuesta por más ficción nacional y anticipa una película sobre Malvinas
En el parque para niños detrás del edificio de ATC había juegos y un laberinto. Cualquier adulto podía salir de aquella construcción en menos de un minuto, pero para Juan Pablo aquel sitio era un espacio encantado, mítico, un umbral de acceso a un mundo diferente y distante que lo capturaba. Esa fue la misma sensación que tuvo a los 4 años cuando vio Laberinto en el cine. Esas luces, esas imágenes y esa música evocaban en él un universo fantástico al cual quería asistir, pero no como extranjero o turista, sino como mago capaz de digitar los hilos y el destino de sus criaturas.
“Nunca tuve otra alternativa que no fuera dedicarme a ser realizador”, dice en su oficina de Palermo Juan Pablo Kolodziej, director creativo del departamento de ficción de la productora Mandarina. Fue él quien advirtió a través de un relato en primera persona, en voz de Fito Páez, en charlas de sobremesas, en los altos de las giras y encuentros familiares –es cuñado del músico; su hermana Eugenia Kolodziej, actriz, es la pareja del artista–, en esa maraña de emociones, de duelos y de secretos, de puertas que nadie se anima a abrir y cicatrices que aún laceran, una serie de TV. Kolodziej es el showrunner de una de las diez series más exitosas de Netflix en lengua no inglesa de 2023, El amor después del amor, el creador de un producto que cosechó más de 21 millones de horas de reproducción nivel global solo en dos meses desde su estreno.
En este momento de crisis de la ficción en el país, donde producir y crear historias audiovisuales representa, en muchos casos, una odisea, Kolodziej apuesta por ella, a pesar de los pasillos y de las curvas del laberinto. Además de una serie sobre Malvinas, desde Mandarina trabaja en otra serie para una plataforma y en una película policial (es celoso de brindar más detalles). Ambas se filmarán en los próximos dos años en la Argentina: “No es nada fácil, hay muchos obstáculos, pero a pesar de todo, con mucho esfuerzo, podemos crear productos de gran calidad”.
Kolodziej nació hace 40 años en Olivos. Además de visitar el parque detrás de ATC, su mamá, Gloria, gracias a la invitación de una vecina, Irma López Castro, vestuarista del canal, Juan Pablo acudía a menudo a la filmación de El show de Patsy [con Patricia Lage], “la Xuxa argentina”. Esa adrenalina que le producía entrar en un estudio de televisión era cada vez mayor. Esa escuela no tradicional se completó con otra aula: el cine. Pronto comenzó a celebrar con su papá, Juan Carlos, el ritual de ir al cine sin tener mucha información sobre la cartelera, una aventura semanal que consistía en lanzarse en ese abismo. Un día, por error, confundieron la sala e ingresaron a ver Pesadilla 4. Kolodziej tenía 6 años y ese fue uno de los días más felices de su vida.
El peligro y el horror siempre fueron para él sustancias muy palpables y los héroes, muy humanos. Su abuelo Roman Kolodziej había ingresado en el seminario para sacerdote de la orden franciscana, cerca de Varsovia, cuando los nazis y los rusos avanzaron sobre Polonia. Fue enviado a su casa, en Tarnápoli [hoy territorio ucraniano] porque aún no había tomado los votos perpetuos, donde fue capturado por los rusos y enviado a un campo de trabajo en Siberia, junto con sus padres y varios de sus hermanos. Roman Kolodziej logró lo que pocos lograron: escapar del infierno y alistarse con los Aliados, donde desplegó toda su astucia. Gracias a su coraje, en particular en la batalla de Montecassino, donde los polacos, con poco armamento, lograron poner fin a esa masacre, fue condecorado en reiteradas ocasiones por Polonia y por los gobiernos de los países Aliados. Fue el realizador quien acudió a la Embajada de Polonia a recibir la última medalla que su abuelo, ya anciano, en 2009, recibió: “No tengo dudas de que algún día voy a hacer una serie contando la historia de mi abuelo”.
A los 10 años, Juan Pablo se fue a vivir a Uruguay con su familia. Cuando terminó el secundario no pudo inscribirse en la universidad porque debía una materia. Mientras atravesaba ese limbo ingresó como pasante en una productora de publicidad uruguaya, Metrópolis. Kolodziej participaba de los castings, anotaba los datos de los candidatos, preparaba el desayuno y hasta comenzó a animarse a resolver cuestiones técnicas. En 2004, a los 20 años, ingresó en otra pasantía en Canal 10, dirigido por Heber Villar, una especie de Alejandro Romay uruguayo, secundado por Wilson Souza, otro gurú de la pantalla chica. “Todas las semanas participaba de una reunión donde estaban ellos. Siempre fui tímido, pero me animé, y le propuse comprar dos programas que funcionaron y ahí me ofrecieron un contrato de trabajo con ellos. Aprendí mucho de los dos. Tenían olfato popular, sabían lo que funcionaba y lo que no. «¿Ves? Esta gente subestima al público», me decían cuando la crítica hacia un programa popular era mala. «En esa hora que dura la novela le damos un poco de esperanza al público», decía Heber. Con ellos hice un posgrado de lo que significa estar en la cocina de este negocio”, dice Kolodziej, quien gestionó la compra de novelas, series y paquetes de películas.
“No quería estar toda la vida del lado de los que compran. Quería estar del lado de los que realizan. Quería ser productor, director y ocasionalmente escritor”, admite Kolodziej. Su primera realización, poco después de terminar Ciencias de la Comunicación en la Universidad de Montevideo, fue Verdad consecuencia (2007), una película de terror, un film que tuvo un extenso recorrido en el circuito del género. Más tarde llegaría Camino sinuoso (2018), una historia de resiliencia protagonizada por Arturo Puig, Geraldine Chaplin, Juana Viale y Hugo Arana, filmada en La Patagonia. Fito Páez le propuso hacer la banda sonora de la película. “Fue muy generoso. Grabamos la música con una orquesta sinfónica, y así comencé a acercarme más a él, también en aspectos de su carrera profesional”, recuerda. Kolodziej trabajó en una estrategia de cinco años de posicionamiento en un momento en el que se encontraba colaborando con la carrera del artista. Entre varios proyectos musicales “se encendió la llamita” de hacer una serie sobre su vida.
“El amor después del amor (EDDA) tuvo un gran tiempo de maduración. Nos agarró la pandemia, pero nosotros ya habíamos empezado a trabajar en el desarrollo de la serie basándose en la escritura que realizó Fito de sus propias memorias. Quería poner el foco en la resiliencia, en un personaje que se cae y se levanta. Me gustan mucho las historias de superación. Fito tiene una fuerza de voluntad gigante, que genera esperanza. La serie termina con amor, éxito, prestigio, masividad. La serie cuenta el camino del héroe”, dice Kolodziej, quien vivió y respiró la serie durante cuatro años y medio, desde 2018 hasta su estreno (“EDDA se convirtió en mi vida entera”, asegura). El realizador, que además dirigió varias escenas (como el plano secuencia del capítulo 6, cuando la cámara ingresa en la casa del músico tras el asesinato de sus tías), tenía dos responsabilidades enormes junto con los directores: una, ante los fans, que era contar la vida de un artista de su talla; otra, narrar la vida de un familiar. “¿Cómo logro mostrar su parte más humana y que siga siendo un ídolo?”, recorrió como leitmotiv su cabeza durante esos años.
“Te pasó lo peor y lo mejor que le puede pasar a un realizador. Lo mejor: tu primera serie fue un éxito. Atravesó el continente. Lo peor: tu primera serie fue un éxito”, le dijo un amigo productor a Kolodziej. Ni encandilado por el éxito ni a tientas por las dudas, los próximos pasos que tome serán con mayor cautela aún que la que lo caracteriza. Su nuevo proyecto es una película sobre Malvinas. “A veces no nos damos cuenta de que ciertas decisiones que se toman desde el poder generan una cadena del mal. En la guerra de Malvinas se arruinaron familias enteras, hay nietos aún que padecen esas consecuencias”, dice sobre la serie que escribió junto al mismo equipo autoral de EDDA. Como siempre, emprenderá esta tarea titánica junto a Mariana Bachiller (su compañera de la cátedra Producción Televisiva en la Universidad Austral y directora de producción de Mandarina).
En un terreno resbaladizo donde la ficción ha abandonado completamente la TV argentina, donde los costos de producción se han elevado y la inflación genera una gran incertidumbre que ahuyenta a los realizadores, Kolodziej quiere seguir apostando por el país. “La Argentina es un país hermoso para filmar. Tenemos excelentes recursos y no me refiero solo a los escenarios: buenos escritores, actores, técnicos. Lo que necesitamos son políticas públicas de incentivos. Estamos en un momento bisagra y necesitamos de ellas, como existen en otros sectores. La producción audiovisual genera una cadena de consumo que es anexa a la producción, se estimula el turismo, la industria y otros puestos de trabajo. España lo tiene muy bien aceitado y por eso no para de filmar. Si queremos que una productora extranjera nos deje 8 o 10 millones de dólares, hay que trabajar para atraerlo”.
Para el realizador, el país se está perdiendo “oportunidades gigantes –afirma–. Tendríamos que unirnos técnicos, actores, gremios, guionistas, realizadores y productores para exigir políticas de Estado para que la Argentina sea competitiva frente a otros países. El mundo cambió y no estamos generando un movimiento de industria y hoy la Argentina está sufriendo esas consecuencias”.
Mandarina inauguró a fines de 2023 un proyecto que Kolodziej cultivaba desde hace años: un estudio de producción independiente en España con series y películas para un mercado internacional con socios de primera línea. También trabaja con una productora francesa para contar la vida de Juana de Arco, una película que se ambientará en la adolescencia de la heroína (“una historia intimista, despojada del elemento religioso”), que se filmará en Francia, pero cuya posproducción se completará en la Argentina. Uno de sus sueños, confiesa, es llevar al cine Nuestra parte de noche, de Mariana Enriquez: “Es Lovecraft, es una joya, es una novela argentina y transcurre en la Argentina”.
Su apellido, tan difícil de pronunciar, hoy está en boca de la industria y Kolodziej no solo es una usina creativa, sino que hacia él acuden otros realizadores, deseosos de compartir proyectos. Los laberintos que lo cautivaron de chico permanecen junto a él, ahora como construcciones narrativas, como tramas y pasadizos desde donde conduce al espectador hacia la luz. “Quiero contar historias positivas. La gente se cae todo el tiempo y se vuelve a levantar. Cuando vemos una película o una serie, durante el tiempo que dura esa historia queremos que a ese personaje le vaya bien, y cuando eso ocurre, inconscientemente asumimos una actitud de esperanza y mejoramos nuestra actitud en la vida”.
El showrruner de “El amor después del amor” y director creativo en la productora Mandarina anticipa su próximo proyectoLA NACION