Eduardo Menem: “El estilo de Milei es muy distinto al de mi hermano, que buscaba consensos”
La experiencia de diez años en la cima del poder junto a su hermano, el expresidente Carlos Menem, lo convirtió en un erudito de la política vernácula. Once veces presidente provisional del Senado, Eduardo Menem se siente con la autoridad de calibrar qué grado de “menemismo en sangre” porta el presidente Javier Milei, un admirador confeso de su hermano, a quien considera el mejor presidente de los últimos 40 años de democracia, y más atrás también. En efecto, el actual primer mandatario reconoce en Carlos Menem la matriz, el origen, de su decisión de lanzarse en la aventura de la política hace apenas un par de años.
A sus 85 años, Eduardo Menem se mantiene alejado de la vida partidaria activa aunque no de la política. No podría hacerlo aunque quisiera, desde el momento que su hijo Martín –riojano también– es quien conduce la Cámara de Diputados y su sobrino Eduardo “Lule” Menem acaba de ser designado, a instancias de Karina Milei, subsecretario de Gestión Institucional.
El gabinete de Milei, además, cuenta con una ristra de dirigentes con vinculación directa con los años noventa: son los casos del actual ministro del Interior, Guillermo Francos, referente histórico de Domingo Cavallo, exministro de Economía de Menem, o de Rodolfo Barra, quien fue juez de la Corte Suprema, luego ministro de Justicia y ahora procurador del Tesoro.
El exsenador celebra esta suerte de “revival” menemista en el gobierno de Milei. Lo siente como una reivindicación a la gestión de su hermano, denostada por la oposición luego de que la crisis de la convertibilidad, la consiguiente suba del desempleo y denuncias varias de corrupción coronaran el fin de la “década dorada” de los años 90.
Tengo esperanza de que va a haber diálogo. En el gabinete hay varios dirigentes que lo propician”
Eduardo Menem, sin embargo, es cuidadoso a la hora de las comparaciones; si bien observa similitudes en el ideario menemista con las políticas económicas que pretende instrumentar el líder libertario, señala diferencias no menores en el estilo de conducción de ambos. Entre ellas, la predisposición al diálogo, materia de la que Menem hizo un culto y de la que Milei, por el contrario, abjura.
“Milei no actúa como Carlos. Mi hermano era muy diferente, nunca atacaba ni descalificaba a nadie; sabía tender lazos de amistad”, recuerda el exsenador quien, a lo largo de una larga entrevista con la nacion, analiza los primeros pasos del presidente Milei al frente del Gobierno con una mirada que combina el elogio, la comprensión y, también, la crítica sutil.
–El primer proyecto de ley de Milei, la llamada “ley Bases”, fracasó en la Cámara de Diputados luego de que el oficialismo decidiera devolverla a comisión, con lo que toda la negociación volvió a fojas cero. ¿Usted hubiese seguido adelante con el tratamiento para que el proyecto no cayera, como sucedió finalmente?
–Yo hubiera llamado a un cuarto intermedio de la sesión para intentar reencauzar las negociaciones y recuperar algo del proyecto de ley. Pero como la instrucción del presidente fue retirar la ley, la única forma de hacerlo era votar la vuelta a comisión. Entendió que sin los artículos (sobre delegación legislativa) que la oposición había rechazado, la ley así planteada no tenía sentido.
–Fue el debut de su hijo Martín al frente de una sesión en la Cámara de Diputados. ¿Cómo lo vio?
–Se manejó bien. Fue una sesión muy difícil. El kirchnerismo y la izquierda formularon decenas de planteos e incluso quisieron suspender la sesión con el argumento de que había manifestaciones afuera del Congreso. Finalmente se logró continuar, aunque la ley al final no salió.
También el kirchnerismo hizo de la agresión un estilo. Tanto Néstor como Cristina han sido agresivos hacia quienes no pensaban como ellos”
–El presidente calificó al Congreso como un “nido de ratas”. ¿Usted cree que esta animadversión que muestra Milei hacia los legisladores es una estrategia discursiva de Milei a sabiendas de la mala imagen que tiene el Congreso o cree que realmente quiere gobernar sin el Parlamento?
–No sé si se trata de una cuestión estratégica, pero yo creo en la división de poderes y en el respeto por la República. Yo, al menos en mi forma de hacer política, nunca habría usado esa expresión. Carlos, que fue presidente, nunca descalificó de esa forma. Pero como decía el conde de Buffon, el estilo es el hombre. Su estilo es ese, es su forma de ser, de pensar.
–-¿A usted le gusta este estilo disruptivo?
–Vea, yo creo que está bien lo disruptivo. Él viene a cambiar las cosas, por lo cual no puede ni quiere someterse al discurso tradicional de la política. Sin embargo, el estilo disruptivo o transgresor podría hacerse sin necesidad de tener esa actitud frente a las instituciones. Desde luego que la situación en la que quedó el país después de los gobiernos kirchneristas es grave; él viene a romper con ese statu quo, lo hace a su forma, a su estilo. Muchos pueden compartirlo, otros, no. Yo no tengo ese estilo; Carlos tampoco.
–Milei ha dicho que él no negocia; es más, hace de la “no negociación” también una forma de hacer política. ¿Se puede gobernar sin negociar?
–Yo creo que la negociación es elemental en la política. El diálogo, tratar de buscar los consensos, como hizo Carlos. El estilo de Milei es distinto; yo no lo critico, no. Son formas de hacer política. Ahora, también es cierto que el kirchnerismo hizo de la agresión un estilo. Tanto Néstor como Cristina han sido agresivos hacia quienes no pensaban como ellos. Elisa Carrió, que es tan autorreferencial como Cristina, también es así. Tienen modos distintos, pero en el fondo son lo mismo.
–Usted lleva muchos años en política. ¿Cómo observa a la clase política actual? Milei la define como casta, como basura.
–La clase política ha sido siempre la misma. El problema es que se ha degradado el funcionamiento de las instituciones a partir del kirchnerismo, que cree que solo debe haber subordinados en política. Así lo concebía al Congreso, por ejemplo, sobre todo Cristina. Fue una época en la que votaron leyes absurdas, inconstitucionales, como la que regula los decretos de necesidad y urgencia. Rompió el espíritu de lo que se aprobó en la Convención Constituyente de 1994: allí se estableció que, sancionado un DNU, debía ser sometido a consideración y si en un determinado plazo no era aprobado, debía ser desechado porque la Constitución prohíbe la sanción ficta de leyes. Cristina, en cambio, impuso que los decretos pierden vigencia si son rechazados por las dos cámaras, o sea que basta que una cámara los apruebe para que rija como una ley. En definitiva, el kirchnerismo les otorgó a los decretos un estatus superior al de una ley, porque la ley para ser sancionada necesita la aprobación de las dos cámaras. Un absurdo.
El kirchnerismo colonizó al peronismo. Desde entonces el PJ nunca se presentó a la elección con su sello”
–Cuando fracasó la ley ómnibus en el Congreso, Milei decidió cortar las transferencias a las provincias en materia de transporte y educación, lo cual fue interpretado como una represalia hacia los gobernadores. Ahora asistimos a un pico de tensión entre la Nación y los gobernadores. ¿Esta tensión no conspira contra la sanción de las leyes por venir?
–Tengo esperanza en que va a haber diálogo para poder sacar las leyes; estimo que serán varias, no como pretendió el Gobierno que se aprobara una ley ómnibus. Yo tengo esperanza de que va a haber diálogo. En el gabinete hay varios dirigentes que lo propician: mi hijo Martín es un hombre de diálogo; también Guillermo Francos (ministro del Interior) lo es; de hecho, estuvo en Salta con gobernadores esta semana. El propio presidente estuvo en Corrientes con el gobernador (Gustavo) Valdés. Parece que hay buena predisposición. Si no se va a poner muy difícil el tema, porque el clima político ya viene enrarecido desde el paso del kirchnerismo.
–-¿Después de haber perdido la última elección, cree que el kirchnerismo tiene posibilidades de resurgir como lo hizo en 2019?
–El kirchnerismo colonizó al peronismo. Desde entonces el PJ nunca se presentó a una elección con su sello; se presentó como Frente para la Victoria, Frente de Todos, Unión por la Patria; en fin, en el fondo los Kirchner siempre despreciaron a los peronistas. Los utilizaron para llegar al poder. Entonces, creo que el peronismo no contaminado por el kirchnerismo puede volver a surgir, que en algún momento los compañeros que adhirieron al kirchnerismo se den cuenta que fueron llevados por el mal camino y que dejaron al país en ruinas. Espero que el peronismo, un peronismo republicano, resurja y retorne a sus fuentes con el nombre que tiene, el justicialismo.
–Milei asumió sin mayor sustentabilidad política que un puñado de legisladores. Se especula que podría avanzarse hacia una convergencia con Mauricio Macri y Pro. ¿Qué le parece?
–Creo que eso lo deberían haber hecho antes. Nunca es tarde. Dentro del Pro hay algunas figuras que vienen del peronismo, como (Cristian) Ritondo o (Diego) Santilli. No está mal una alianza, no digo una fusión, sino una alianza. Esto implica primeramente elaborar un programa, una carta de objetivos, sobre la cual converjan esas fuerzas políticas. Esto tendría que haber sido llevado adelante antes de las elecciones; esto hubiese evitado que el kirchnerismo se haya llevado tantos legisladores en la elección general.
Todo cambio lleva su tiempo; a nosotros en los noventa nos tomó dos años estabilizar la economía hasta que se instauró la convertibilidad”
–¿Cómo está viendo la situación social? En el país hay casi un 57% de pobreza según el informe de la Universidad Católica. El índice subió después de la megadevaluación de diciembre pasado.
–Es difícil. Creo que la devaluación, si hubiera ganado (Sergio) Massa, era inexorable. De lo contrario, la economía habría profundizado su caída. Nadie piensa, yo tampoco, que este problema va a solucionarse de un día para el otro. Siempre hay una inercia del gobierno anterior que recae sobre el siguiente. A nosotros nos sucedió cuando recibimos el gobierno en 1989: heredamos una inercia inflacionaria y tuvimos que enfrentar también varios picos de inflación en los 90. Gracias a Dios aplicamos la convertibilidad, lo que nos permitió equilibrar los precios y eliminar la inflación. Fuimos el único gobierno que eliminó de cuajo la inflación y, gracias a eso, durante ocho o nueve años tuvimos estabilidad económica.
–¿Cree que la dolarización tendría ese mismo efecto de la convertibilidad de los 90?
–No sé. Eso debería responderlo un economista. Lo que sé es que la convertibilidad anduvo muy bien.
–En lo discursivo Milei se presenta como un anarcocapitalista que busca cambiar el paradigma que hoy se impone en la Argentina. Se propone pasar de un país híperregulado y corporativo a otro en el que impere la libertad, la libre acción entre las partes y un Estado mínimo. ¿Cree que eso es factible en un corto plazo?
–Todo cambio de régimen lleva su tiempo. Acá se plantea una disputa entre el Estado o la libertad. No se trata de un problema dogmático sino pragmático. Perón, hacia el final de su mandato, comprobó que no podía seguir manteniendo un Estado tan voluminoso, que abarcaba todo. ¿Qué hizo? Bueno, firmó contratos con empresas petroleras por YPF y de a poco empezó a ajustar las cuentas. No hubo un problema dogmático sino pragmático. Hay momentos en que conviene tener más Estado, hay otros que lo contrario. El kirchnerismo instaló esta idea de un Estado burocrático, pesado, y confunde cuando asevera que cuanto más grande sea el Estado mejor, y no es así. Yo creo que el Estado no debe ser ni chico ni grande, sino un Estado necesario. Que actúe adonde tiene que actuar, adonde no lleguen los privados.
–El Gobierno celebra que en su primer mes de gobierno alcanzó superávit financiero aunque al mismo tiempo admite que se logró en buena medida por la licuación del gasto. También influyó la caída drástica en los ingresos de la gente, sobre todo las jubilaciones. ¿Hasta qué punto cree que la gente puede resistir el peso del ajuste?
–Milei ha elegido un camino para llegar a la estabilidad económica y suprimir la inflación. Lo grave de la economía argentina siempre fue la inflación, que es una suerte de impuesto que castiga más a la clase vulnerable. A veces el camino es duro, pero si mediante estas medidas de ajuste se va a llegar a la estabilidad y a borrar la inflación, habrá que transitarlo. Es cierto, la situación es difícil, sobre todo para los jubilados, pero no se olvide que el kirchnerismo hizo colapsar el sistema previsional con el ingreso de millones de nuevos beneficiarios que no habían hecho los aportes.
–En sectores de la oposición cuestionan que este ajuste de shock no haya incluido medidas que amortigüen el impacto, sobre todo para las clases medias?
–Hay que entender que todo cambio lleva su tiempo; a nosotros en los años noventa nos tomó dos años estabilizar la economía hasta que se instauró la convertibilidad. Tuvimos picos inflacionarios hasta entonces. Ayudó mucho la reforma del Estado, que permitió la privatización de varias empresas con déficits millonarios. Con el kirchnerismo fueron de nuevo estatizadas y volvieron a dar pérdidas. Estamos en un momento inercial complejo, producto de una herencia muy pesada del gobierno anterior. Está claro que en una situación tan crítica no se puede resolver de la noche a la mañana. Tampoco volver atrás.
UN POLÍTICO DE VASTA EXPERIENCIA
PERFIL: Eduardo Menem
■ Eduardo Menem nació en la Rioja en 1938. Se graduó como abogado en la Universidad Nacional de Córdoba y de muy joven comenzó su participación política en el peronismo,
junto a su hermano el expresidente Carlos Menem.
■ Fue senador nacional durante cuatro períodos a partir del retorno de la democracia como representante de su provincia y también presidió la Convencional Nacional Constituyente, que en 1994 que reformó la Constitución argentina.
■ Es padre de Martín Menem, actual presidente de la Cámara de Diputados, que continúa el linaje político en las filas de Milei.
■ Ha recibido el doctorado honoris causa de diversas casas de estudio y también fue condecorado por varios países, entre ellos España.
■ Es autor además de los libros Nueve años en el Congreso de la Nación, La Constitución reformada y Los derechos de la mujer.
El exsenador nacional considera que el actual presidente vino a romper el statu quo, pero que no hay necesidad de atacar instituciones como el Congreso; “la negociación es elemental en la política”, diceLA NACION