Dos casos sobre la explotación de recursos naturales y el desarrollo económico
En los últimos años, la economía global ha enfrentado situaciones inesperadas que han sorprendido tanto a la población como a los líderes de los países. Muchas están relacionadas con el uso de los recursos naturales y, en términos más generales, de la biósfera. Esto ha tenido consecuencias ambiguas sobre la sociedad humana porque, por un lado, su explotación permitió el crecimiento de los países, pero, por otro, deterioró el medioambiente.
Para mitigar estos efectos o incluso revertir algunas de las situaciones críticas, científicos y responsables de políticas públicas y empresariales han tomado diferentes caminos. Esto ha llevado a una modificación en la forma de pensar el crecimiento económico, de manera que el aumento de la producción de bienes y servicios no empeore la sostenibilidad ambiental, cuestión clave para la vida humana.
Los países emergentes y subdesarrollados, como los de América Latina y el Caribe y del Sur de Asia, se encuentran en circunstancias desfavorables. Además de sufrir el impacto de los eventos climáticos, deben seguir invirtiendo ingentes recursos para sacar a sus poblaciones de la pobreza y brindarles oportunidades para un futuro mejor.
En este contexto, surgen algunas preguntas importantes: ¿cuán intensivo en recursos naturales ha sido el crecimiento de estas dos regiones en las últimas décadas?, ¿se puede notar una diferencia en la intensidad del uso de los factores de producción a lo largo del tiempo?, ¿qué implicancias económicas tienen estos factores en la actualidad y hacia el futuro?
Los resultados de nuestra investigación muestran que el rápido crecimiento de los países de Asia del Sur partió de niveles de producto interno bruto (PBI) per cápita bajos comparados con los de América Latina, y se basó, en varios casos, en el uso intensivo de capital natural. Sin embargo, con el paso de los años y la convergencia de sus PBI per cápita con los de países más desarrollados, redujeron proporcionalmente el uso de capital natural y aumentó, fundamentalmente, el de capital formado. Este cambio debiera haberse traducido en una caída, al menos marginal, de su impacto sobre la biósfera. Aun así, sus altas tasas de crecimiento, en particular la de la India, no implicaron una reducción total del daño estimado sino más bien un menor ritmo de éste comparado con décadas atrás. Asimismo, en el caso de los países de nuestra región, se han podido observar comportamientos diferentes a los de Asia del Sur. Esto podría asignarse patrones de acumulación, crecimiento e inserción internacional más caóticos, tanto en lo que refiere a sus políticas macroeconómicas como a sus estrategias de largo plazo.
Si hacemos foco en la Argentina, por ejemplo, es notable cómo el país acumula capital formado y humano desproporcionadamente a su crecimiento, lo cual puede estar implicando dos cosas: una desocupación creciente de estos factores y su uso menos eficiente. Este tipo de situación se encuentra cuando los países son muy volátiles en términos macroeconómicos o de reglas que determinan el crecimiento, como, por ejemplo, la apertura comercial y financiera. Sin lugar a duda, la Argentina participa de ambas condiciones.
En síntesis, el crecimiento de los países de Asia del Sur ha recorrido un sendero más estable y en el que destaca la mayor eficiencia y reducción relativa del uso del capital natural. Por el contrario, la región de América Latina y el Caribe ha perseverado en decisiones que no resultan en un desarrollo económico y social sostenible, algo que no se modificaría sustantivamente en el corto y mediano plazo. Sería un importante logro histórico que el cambio de reglas y organización económica en curso en la Argentina permita revertir esta evolución y asimilarla, respetando sus particularidades, al de los países asiáticos emergentes de alto crecimiento.
Vicerrector Económico de la Universidad del Salvador
En los últimos años, la economía global ha enfrentado situaciones inesperadas que han sorprendido tanto a la población como a los líderes de los países. Muchas están relacionadas con el uso de los recursos naturales y, en términos más generales, de la biósfera. Esto ha tenido consecuencias ambiguas sobre la sociedad humana porque, por un lado, su explotación permitió el crecimiento de los países, pero, por otro, deterioró el medioambiente.Para mitigar estos efectos o incluso revertir algunas de las situaciones críticas, científicos y responsables de políticas públicas y empresariales han tomado diferentes caminos. Esto ha llevado a una modificación en la forma de pensar el crecimiento económico, de manera que el aumento de la producción de bienes y servicios no empeore la sostenibilidad ambiental, cuestión clave para la vida humana.Los países emergentes y subdesarrollados, como los de América Latina y el Caribe y del Sur de Asia, se encuentran en circunstancias desfavorables. Además de sufrir el impacto de los eventos climáticos, deben seguir invirtiendo ingentes recursos para sacar a sus poblaciones de la pobreza y brindarles oportunidades para un futuro mejor.En este contexto, surgen algunas preguntas importantes: ¿cuán intensivo en recursos naturales ha sido el crecimiento de estas dos regiones en las últimas décadas?, ¿se puede notar una diferencia en la intensidad del uso de los factores de producción a lo largo del tiempo?, ¿qué implicancias económicas tienen estos factores en la actualidad y hacia el futuro?Los resultados de nuestra investigación muestran que el rápido crecimiento de los países de Asia del Sur partió de niveles de producto interno bruto (PBI) per cápita bajos comparados con los de América Latina, y se basó, en varios casos, en el uso intensivo de capital natural. Sin embargo, con el paso de los años y la convergencia de sus PBI per cápita con los de países más desarrollados, redujeron proporcionalmente el uso de capital natural y aumentó, fundamentalmente, el de capital formado. Este cambio debiera haberse traducido en una caída, al menos marginal, de su impacto sobre la biósfera. Aun así, sus altas tasas de crecimiento, en particular la de la India, no implicaron una reducción total del daño estimado sino más bien un menor ritmo de éste comparado con décadas atrás. Asimismo, en el caso de los países de nuestra región, se han podido observar comportamientos diferentes a los de Asia del Sur. Esto podría asignarse patrones de acumulación, crecimiento e inserción internacional más caóticos, tanto en lo que refiere a sus políticas macroeconómicas como a sus estrategias de largo plazo.Si hacemos foco en la Argentina, por ejemplo, es notable cómo el país acumula capital formado y humano desproporcionadamente a su crecimiento, lo cual puede estar implicando dos cosas: una desocupación creciente de estos factores y su uso menos eficiente. Este tipo de situación se encuentra cuando los países son muy volátiles en términos macroeconómicos o de reglas que determinan el crecimiento, como, por ejemplo, la apertura comercial y financiera. Sin lugar a duda, la Argentina participa de ambas condiciones.En síntesis, el crecimiento de los países de Asia del Sur ha recorrido un sendero más estable y en el que destaca la mayor eficiencia y reducción relativa del uso del capital natural. Por el contrario, la región de América Latina y el Caribe ha perseverado en decisiones que no resultan en un desarrollo económico y social sostenible, algo que no se modificaría sustantivamente en el corto y mediano plazo. Sería un importante logro histórico que el cambio de reglas y organización económica en curso en la Argentina permita revertir esta evolución y asimilarla, respetando sus particularidades, al de los países asiáticos emergentes de alto crecimiento.Vicerrector Económico de la Universidad del SalvadorLA NACION