Después de 65 años, cierra Librería del Norte, la más antigua de Olivos
Fundada el 1° de mayo de 1958 -”El día en que Arturo Frondizi asumió la presidencia”, destaca el librero Carlos Crozza-, la Librería del Norte tuvo dos sedes: un local en la Galería Mahipa, en la avenida Maipú al 2500, y la actual, en Roque Sáenz Peña 1519. A finales de este mes cerrará sus puertas y así concluirá una historia iniciada hace más de 65 años. El cierre no se explica por la crisis que atraviesa el sector librero, con costos y precios de los ejemplares por las nubes, sino a una decisión personal. “En abril del año pasado cumplí 90 años; me siento bien de la cabeza y los pies, y quiero disfrutar y vivir en paz lo que me resta de vida, sin horarios ni obligaciones”, dice Crozza a LA NACION.
Para abrir la librería, el padre de Crozza les había prestado a él y su exsocia (”una chica correntina y frondicista”) el dinero necesario. “Los dos éramos estudiantes pupilos; ella de Filosofía y Letras y yo de Arquitectura -dice-. Aunque era muy lector, mi padre no estaba convencido con el emprendimiento, pero después nos visitaba seguido”. Crozza, que se define como patagónico, nació en la localidad rionegrina de Maquinchao. “Los domingos era el día de fiesta porque el tren llegaba con LA NACION para mi padre, la revista El Hogar para mi madre y Billiken para mí”, recuerda.
Padre de cuatro hijos y abuelo de cuatro nietos (“todos lectores, gracias a Dios”, comenta), actualmente Crozza lee el ensayo El Di Tella. Historia íntima de un fenómeno cultural, de Fernando García. “Un libro excelente -afirma-. Esa época la viví de joven en la calle Viamonte y la Galería del Este”.
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Librería del Norte estará abierta hasta finales de febrero, de 10 a 13 y de 16.30 a 19. Se ofrecen descuentos y liquidaciones. “No se lo diga a mi esposa, pero los libros que queden me los voy a llevar a casa y seguiré vendiendo algunos por internet”, confiesa. Décadas atrás, Librería del Norte no solo vendía libros en español, sino también en inglés, francés, italiano y alemán. “Luego las comunidades se fueron mezclando y los idiomas se fueron perdiendo”, razona.
Según Crozza, el mercado editorial argentino empeoró con el paso de los años. “Antes los editores eran intelectuales -reflexiona-. Bonifacio del Carril en Emecé, los López Llovet en Sudamericana, la familia Losada en Losada. Ahora a las editoriales las copó el mercado y solo sacan best sellers; no sé si en los grandes grupos leen los libros que sacan; han ‘matado’ sellos prestigiosos y hubo un cambio en contra de la cultura”.
Los vecinos del barrio pasan a saludarlo y a despedirse. “Me hacen llorar -revela-. A muchos los conocí con guardapolvos, cuando iban a la escuela”. También se acercaron concejales del Partido de Vicente López. ¿Será nombrado ciudadano ilustre por sus años dedicados a la promoción de la lectura en Olivos? “Ilustre es demasiado; porfiado, mejor dicho”, responde Crozza.
“Siempre atento, siempre bien dispuesto -dice a este diario Paul Lacroix, comerciante de la zona-. Tanto él como su señora. Era un placer ir a recorrer su librería y charlar con Carlos. Con su libreta y lápiz en mano, su pasión por los libros y sus ganas de trabajar, hizo un invaluable aporte a la comunidad. Se lo va a extrañar”.
Crozza conoció en persona a escritores como Jorge Luis Borges, Manuel Mujica Lainez y Victoria Ocampo. “Era una señora muy seria y tuve la suerte de charlar con ella dos veces -dice sobre la creadora de Sur-. Todavía la sociedad argentina no la valora lo suficiente. Cuando en 1959 en la ciudad de Buenos Aires se prohibió la novela Lolita, de Vladimir Nabokov, con traducción de Enrique Pezzoni, desde Olivos mandábamos paquetes con veinte o treinta ejemplares para los lectores porteños; debe ser el título que más vendí en todos estos años”.
“Los chicos, con los celulares, están anulando su conciencia -opina-. Un libro te hace pensar, te hace viajar. Soy apasionado de los diccionarios, como el detective Kostas Jaritos de Petros Márkaris. Hoy ya casi nadie pide ejemplares de diccionarios; están todos en internet, pero en un diccionario impreso una palabra te llevaba a otra”.
En el local donde hasta fin de mes funciona Librería del Norte habrá a partir de marzo una verdulería. “Las hojas de los libros serán reemplazadas por las de lechuga, espinaca y acelga”, bromea con melancolía, y añade: “OIivos aún es un reservorio de pintores y escritores”. En pocos días, Crozza se dedicará de lleno a sus lecturas favoritas: libros de historia, de viajes y de literatura.
A finales de febrero, el librero Carlos Crozza se retira del oficio, después de haber cumplido los 90; en el mismo local abrirán una verduleríaLA NACION