De la Rosada a Madrid, los “proyectos ambiciosos” de un expresidente
Parece que el hombre está para dar cátedra. Así se infiere de la crónica que hace unos días publicó Clarín sobre la agradable vida del expresidente argentino en Madrid. Tampoco es el caso de que las instituciones educativas españolas se desvivan por captar al rutilante talento de nuevo en circulación, pero, con entusiasmo moderado, algunas propuestas hubo. Bien por él.
(Pequeña digresión: la crónica tiene un título intrigante, menciona “lujos y pocas ofertas de trabajo”. Si es así, sería importante conocer la alquimia que hizo posible la fórmula del milagro; es decir: cómo el exjefe del gobierno de un Estado quebrado, cuya moneda no vale y cuyos índices de pobreza son pavorosos, puede permitirse “lujos” –en euros, se entiende–mientras, paradójicamente, recibe “pocas ofertas de trabajo”. Sería importante conocer).
Entre lo que no abunda, entonces, brilla como perla la iniciativa de un grupo privado; el hombre se enciende y afirma que se sumará para “llevar adelante proyectos muy ambiciosos”. Ya. Leemos y no podemos evitar una punzada de melancolía. Qué lindo habría sido que el hombre hubiera tenido “proyectos ambiciosos” cuando era el presidente de la Argentina, y discurría sobre el Pato Lucas, el Gallo Claudio, Bugs Bunny, el Coyote y el Correcaminos; inauguraba la reparación del techo de una estación de trenes, alegraba con su presencia inesperada una clase de gimnasia acuática, hablaba circunspecto en el medio de una ruta (¿estrenaba un trozo de asfalto?), ejecutaba nostálgicos hits del rock nacional –a voz en cuello y guitarra en mano–, o le ponía fecha (y por poco hora) al comienzo de la “guerra contra la inflación”. Qué lindo habría sido. Lástima. No se dio. En cambio, la que tenía proyectos ambiciosos era su patrona vicepresidenta. Ella sí que tenía proyectos “muy ambiciosos”. Y grandes expectativas. La aventura le habrá dejado un sabor amargo.
Pero, volviendo a nuestro héroe, en la Madre Patria y liberado de las trivialidades tediosas que implica presidir una república, se despejó la niebla y llegó el momento. Ahora sí, el hombre tiene “proyectos muy ambiciosos”. Bien por él; más vale tarde que nunca. Seguimos leyendo con curiosidad qué se vislumbra en ese futuro vibrante y lleno de desafíos: en principio, se trataría de “acuerdos con universidades latinoamericanas para desarrollar tecnicaturas”, según la crónica. Ajá. Y luego, lo que nos deja fríos: “trabajos de campo y análisis sobre los efectos causados por la pandemia en la salud mental de los jóvenes”. ¿En serio? ¿Nos gasta el hombre una broma pesada? ¿O acaso, con esa especie de candor inefable, tan suyo, al que nos tiene acostumbrados, no ve?
Puede que haya otra explicación. Como de todo se aprende en esta vida, si uno tiene la disposición de ánimo adecuada, tal vez en estos meses haya reflexionado y extraído alguna enseñanza de tanto yerro y desatino. Entonces sí, el presidente de la cuarentena interminable, autoritaria, arbitraria y aun brutal; el presidente de la inexplicable (mejor dicho, inexplicada) dificultad para acceder a una de las vacunas disponibles más efectivas, tendrá mucho que aportar.
Al país también le faltó suerte con su presidente. Pero al hombre le fue mejor.
En lo que respecta a los jóvenes, por ejemplo, podría hacer sorprendentes contribuciones si se dividiera en dos el campo de investigación sobre los “efectos causados por la pandemia” en su “salud mental”: por un lado, se podrían estudiar los “efectos” en los jóvenes militantes que accedieron a la vacuna primero, sacándose fotos sonrientes y con los dedos en “v”, y por el otro, lo que ocurrió con “la salud mental” de todos los demás. También se podrían elaborar sesudas conclusiones sobre los “efectos” en las vidas y el futuro inmediato de aquellos jóvenes que se vieron privados de la contención, la educación, la formación, el estímulo intelectual, la disciplina diaria, los valores, la estructura y la rutina vitales para niños y adolescente que proporcionan las escuelas, en todos sus niveles, cerradas a cal y canto durante la pandemia.
Para la ambiciosa tarea, el presidente de la fiesta clandestina podría pedir ayuda y asesoramiento al ministro del vacunatorio vip (otro aficionado a la gastronomía ibérica; de eso no se lo puede culpar). Juntos son dinamita.
Finalizado el gris período presidencial, antes de que se abriera esta excitante etapa de “proyectos ambiciosos”, al hombre le pidieron un balance. Dijo que le había faltado suerte. Sabias palabras. Ya Aristóteles conocía la importancia de la suerte. Fue un problema mutuo, en verdad: al país también le faltó suerte con su presidente. Pero al hombre le fue mejor. Al otro lado del Atlántico, los días transcurren suaves. La vida le da una nueva oportunidad. Bien por él.
Sería importante conocer cómo el exjefe del gobierno de un Estado quebrado puede permitirse “lujos” mientras, paradójicamente, recibe “pocas ofertas de trabajo”LA NACION