La casa de té más antigua de la Patagonia que nació del flechazo de una joven inglesa
A casi 1.000 metros sobre el nivel del mar, cerca de San Martín de los Andes, se encuentra la casa de té Arrayán, la más antigua de la Patagonia. Desde esa altura la vista panorámica es inigualable, un paisaje que emociona en medio de un silencio apenas interrumpido por los susurros que llegan desde el bosque de coníferas.
El acceso es fácil: ubicada a unos 5 kilómetros del centro de la ciudad, se asciende por un camino de ripio –nada riesgoso- enmarcado por alerces, lengas, coihues y “pinos guachos”, como definen en la zona a las aisladas araucarias. Se puede llegar en auto o a pie; la caminata toma aproximadamente 40 minutos. Si bien esta opción es más esforzada, tiene la recompensa del contacto directo con la naturaleza: durante la travesía suelen aparecer gansos salvajes, algún rebaño de ovejitas, vacas y caballos sueltos. Antes de llegar a destino dos o tres miradores anticipan lo que viene, una fiesta de colores.
La Casa Arrayán está emplazada en una meseta que parece colgada del cielo, su césped, de un verde jade siempre prolijamente cortado, compite con el azul intenso del lago Lácar que se distingue allá abajo. Atrás, como un imponente decorado, se alzan los picos andinos de un blanco iridiscente. En verano, las laderas de las montañas adquieren un tono cetrino cuando el sol las alumbra, como de un cuadro impresionista. Es un paisaje sublime y conmovedor.
De Londres al Parque Nacional Lanín
Los montañistas dicen que el aire que se respira en las altas cumbres tiene la intensidad del primero o el último aliento. Nadie es el mismo después de ver el mundo desde una cima. Es lo que le ocurrió a Renée Dickinson. Renée era una inglesita de 26 años cuando conoció ese paraje en la montaña donde terminaría instalándose. A tal punto quedó deslumbrada por el lugar que decidió abandonar Inglaterra y su proyecto de convertirse en una gran actriz para emigrar a un desconocido país del sur y empezar de cero. Su nuevo sueño fue fundar una casa de té en las alturas, con vista al Parque Nacional Lanín.
Esta historia, ocurrida casi un siglo atrás, es otro motivo que convoca a los turistas locales e internacionales a visitar Arrayán. El atractivo que despierta la casa de té no se explica sólo por los exquisitos scons ingleses que allí se sirven. La historia de su fundación provoca intriga, curiosidad. ¿Qué pudo haber llevado a esa mujer joven, modelo de Harrods en Londres, a abandonar una ciudad imperial para establecerse sola en un rincón desierto donde todo estaba por hacerse? ¿Huía de algo? ¿Había sufrido alguna decepción amorosa? Seguramente la animaba algo más que la belleza salvaje del lugar. Renée emprendió esta aventura en 1936, momento difícil de Europa: Hitler ya extiendía su sombra amenazante mientras la guerra civil desangraba España y convocaba a sus batallas brigadistas de todo el continente. La incertidumbre de la época habrá pesado sobre la joven inglesa.
Su historia está narrada ahora en unas cartillas que acompañan la carta de Arrayán. Allí se cuenta el viaje que decidió emprender la heroína para visitar a su hermano Barney, empleado en una estancia ubicada cerca de San Martín de los Andes. Ya en el lugar, “una tarde salió a caminar y decidió trepar por un monte hasta llegar a la cima. La vista espectacular del lago que rodeaba a la cordillera la fascinó , y decidió que ese era su lugar en el mundo”. Aparte de esos relatos , de las paredes cuelgan varios cuadros suyos ilustrando su travesía: se la ve en lo que fuera una sencilla cabaña, primera construcción de su emprendimiento; en otro, con su melena pelirroja al viento y pantalones de montar. Hay más: Renée con sus amigos junto a la chimenea, Renée elegantísima con un look muy años 30.
Como es de imaginar, llevar a la práctica su decisión de establecerse en un lugar tan apartado no fue fácil. Tuvo que luchar. En principio, para lograr que el gobierno le diera acceso a esas tierras. Le pusieron condiciones, se las darían siempre y cuando invirtiera y pusiera en marcha algún negocio turístico. A principios de 1937, ya logrado su objetivo, comenzó la construcción de Arrayán; la obra quedó a cargo del arquitecto Cullen, familiar y discípulo del famoso Alejandro Bustillo y se extendió tres años. Durante ese tiempo Renée se instaló en una rudimentaria cabaña de madera. Su entusiasmo disimulaba las condiciones adversas: el frío, la interminable oscuridad de las noches de invierno…. Todo iba lento pero bien.
Sin embargo, algo inesperado se cruzó en el camino: recibió la visita de un cacique mapuche, muy ofendido por lo que consideraba una usurpación. Esas tierras eran de su comunidad, alegaba. No llegaron a un entendimiento. El cacique se fue pero regresó poco tiempo después: quizás impactado por la personalidad y distinción de esa joven de ojos claros, quizás empeñado en retener el dominio sobre ese lugar, le ofreció a Renée matrimonio como una forma de remediar “el atropello”. No tuvo suerte. Cuando ella declinó también esa oferta, el mapuche le lanzó una horrible maldición que a los pocos años, aventura la leyenda popular, habría surtido efecto. De viaje por Bolivia, recién casada con un periodista inglés, comenzó a sentir terribles dolores que por momentos la dejaban inconciente. La enfermedad la obligó a mudarse a Buenos Aires, pero no hubo remedio: murió de cáncer en enero de 1943. Su marido cumplió con la promesa de enterrar a Renée en “su paraíso”, a metros de la casa de té.
Un nuevo capítulo
Arrayán, en mapuche, alude al lugar donde caen los últimos rayos del sol. Para Renée cayeron cuatro años después de poner la casa de té en funcionamiento. Como ella no tenía hijos, la administración del lugar finalmente quedó en manos de su hermano Barney y de su mujer, Frances, una excelente repostera que restauró la casa abandonada y siguió con el proyecto de Renée. El capítulo final resumido en las mencionadas cartillas explica que Barney y Frances tuvieron a Janet, única sobreviviente del clan Dickinson. Sin embargo, esa hija, más proclive a la literatura que a los postres, terminó vendiendo la propiedad a una sociedad internacional.
Hoy está a cargo del emprendimiento Ornella Aristizabal, la reconocida tea blender, quién ha creado y fabricado más de 20 tés únicos mezclando los mejores sabores internacionales ( Japón, India, Sri Lanka, China, Sudáfrica) con los frutos que crecen en el bosque patagónico. Ornella conoció Arrayán cuando era chiquita y su familia tenía la concesión de Chapelco. “A papá siempre lo conmovió este lugar, especialmente la historia de de su fundadora- rememora-. En un determinado momento tuvo la oportunidad de comprarlo y no dudó un instante. Yo luego me sumé al proyecto elaborando distintos tés. Empecé “blendeando” sabores característicos de esta tierra como la rosa mosqueta, las manzanas silvestres, las berries, rosas y otra variedad de flores”, cuenta.
La propuesta que recomienda Ornella para el five o’clock tea es la torre de tres niveles (Three Tiers &Tea): una degustación que mantiene vivo el protocolo de los antiguos té ingleses. “En el primer nivel de la torre de tres pisos, hay sándwiches que se elaboran con nuestro pan casero. En el segundo están los tradicionales scones para degustar con jaleas regionales y nuestra patisserie. En el tercer nivel tenemos las tortas pensadas para maridar con nuestros exclusivos blends de la carta de tés.” La idea del Three Tiers & Tea parte de la modalidad del high-tea, una fusión entre una merienda y una cena. Difícil declinar esa sugerencia gastronómica, particularmente en vacaciones.
En todo caso, después lo mejor es encarar una caminata. Quienes decidan hacerlo, tienen a pocos metros de la casa Arrayán un sendero muy bien señalizado que se interna en el Parque Nacional Lanín: es el Paseo de los Sentidos (no dura más de una hora). Finalmente, los que se hospedan en el Mountain Lodge, no deberían perderse la magnífica puesta de sol sobre el Lácar . “Como todas las habitaciones tienen vista al lago- dice Ornella- cualquiera puede disfrutar del espectáculo. Arrayán es un lugar ideal para recuperar la calma, con unos días alcanza”.
Tanto la casa de té como el lodge están abiertos todo el año. Es aconsejable reservar en ambos casos. Se puede hacerlo a través del sitio web, www.arrayanpatagonia.com o por teléfono: (02972) 424811 +54 9 2972530455 .
Renée Dickinson descubrió este lugar hace casi un siglo y abandonó su país para instalar acá el rito del five o´clock tea y los tradicionales scones ingleses. Hoy sigue funcionando y es patrimonio de San Martín de los Andes.LA NACION