Tiempo de duelo
¿Vas a publicar algo en redes?, me preguntó mi hijo el viernes pasado a pocas horas del fallecimiento de mi mamá. El sintió que necesitaba compartir su dolor y lo hizo con una foto en el que ella lo abraza en su fiesta de egresado hace dos meses. Le dije que creía que yo no lo haría, que era algo demasiado íntimo. Y no lo hice. Entonces, para todos mis círculos no tan cercanos, el mundo siguió girando: decenas de WhatsApps de trabajo, memes del día, un reclamo de un presupuesto, fotos del cumple de los compañeros de trabajo. Sin embargo, para mí es otro tiempo y me debato entre colgar un cartel digital de “cerrado por duelo” que me excuse de todo contacto y entre contestar uno a uno los temas que van apareciendo. No tengo ganas ni cabeza para trabajar, y nadie me obliga a hacerlo, pero me cuesta frenar. ¿Qué me impide adentrarme a transitar esta nueva fase vital?
La Argentina, ¿un país innovador?
En su libro La desaparición de los rituales, el filósofo surcoreano Byung-Chul Han continúa con su crítica al capitalismo neoliberal y a la sociedad globalizada. Esta vez se fija en los rituales y en cómo les quitamos tiempo y espacio apurados porque “tenemos que seguir produciendo”. Han sostiene que celebrar los rituales generan una comunidad de resonancia que es capaz de una armonía, de un ritmo común: “los rituales crean ejes a lo largo de los cuales se pueden experimentar relaciones de resonancia. Sin resonancia uno se ve repelido y se queda aislado en sí mismo. El creciente narcisismo contrarresta la experiencia de la resonancia. La resonancia no es un eco del yo. Le es inherente la dimensión de lo distinto. La depresión surge cuando la resonancia es cero”, dice. Para el filósofo la crisis actual de la comunidad es una crisis de resonancia. La comunicación digital consta de cámaras de eco, en las que uno se escucha hablar ante todo a sí mismo. Los «me gusta», los amigos y los seguidores no constituyen ningún campo de resonancia. La eliminación de los rituales hace que desaparezca el tiempo específico. Esto es lo que puede llamarse tiempo propio, y lo que todos conocemos por nuestra propia experiencia vital: la infancia, la juventud, la madurez, la vejez y, claro, la muerte.
Los ritos de paso estructuran la vida, quien traspasa un umbral ha concluido una fase vital y entra en otra nueva. Los umbrales, en cuanto transiciones, ritman, articulan y narran el espacio y el tiempo. Los umbrales son transiciones que requieren mucho tiempo. Según Han hoy son demolidos para favorecer una comunicación y una producción aceleradas y sin fisuras. A causa de ello nos empobrecemos de espacio y de tiempo, ellos sufren la pérdida de su lenguaje y enmudecen. “Lo global se instaura a costa de desmantelar sin escrúpulos los umbrales y las transiciones. Las transiciones, que requieren mucho tiempo, se desintegran hoy reduciéndose a rápidas vías de paso, a continuos enlaces e interminables clic”, advierte. Estoy intentando habitar con intención y conciencia este tiempo y espacio nuevos. Y elijo escribirlo aquí, para compartir que la que escribe ahora ya no es la misma que ayer.
La pérdida de los rituales es una de las consecuencias del avance de la comunicación digital y las redes socialesLA NACION